Las frases "vivir o morir en olor de santidad" suelen considerarse metáforas poéticas aplicadas a personas con fama de santos. Sin embargo, se ha comprobado que dicho olor es un fenómeno real. ¿En qué consiste? ¿Se trata de un prodigio sobrenatural?
"Mientras yacía, escuchando en su interior la divina armonía, su alma devota dejó esta vida mortal; en ese instante, todos los presentes sintieron un olor muy delicioso y dulce... Uno de mis monjes nos decía siempre con lágrimas en los ojos que la dulzura de ese perfume no desapareció, sino que la sintieron continuamente hasta el momento en que el cuerpo fue puesto en el ataúd".
El protagonista de este fenómeno de fragancia después de la muerte -un monje del siglo VI llamado Servulus- fue coetáneo de san Gregorio el Magno, y su historia es una de las muchas sobre el denominado "olor de santidad" que este santo recogió en sus Diálogos. Dicho fenómeno aparece atestiguado asimismo en otros muchos escritos de la antigüedad: desde los Anales que narran la muerte de san Simeón Estilita en el año 459, pasando por las cartas que describen el martirio del obispo san Policarpo de Esmirna (año 155) hasta la carta que los cristianos de Lyon escribieron a sus hermanos de Asia Menor hacia el año 177 en relación con el martirio de san Potino, santa Blandina y sus compañeros, los cuales murieron al parecer "con el dulce olor de Cristo".
Dada la antigüedad de estos informes podría argumentarse el carácter legendario de los mismos o atribuir el fenómeno a causas conocidas: era común entre los cristianos arrojar perfumes y especias a los mártires y embalsamar sus cadáveres. También estaba muy extendida la costumbre de colocar incienso y plantas odoríferas dentro de los ataúdes, lo cual podría explicar el hecho de que muchas tumbas de santos despidieran un delicioso aroma hasta mucho tiempo después del enterramiento. Sin embargo, no es posible atribuir a tales costumbres la etiología del fenómeno porque este ha sido atestiguado modernamente por profanos y hombres de ciencia y también se conoce en otras tradiciones religiosas.
Un caso moderno de la mística oriental es el del maestro hindú Swami Yogananda: los numerosos médicos que asistieron al sepelio una semana después de su muerte en los Estados Unidos confirmaron que aún emanaba de su cuerpo un dulce aroma de rosas.
La abundancia de testimonios históricos de gran valor como los ya mencionados, junto con el hecho de que el "olor de santidad" haya sido reconocido auténtico en los procesos canónicos modernos, permiten afirmar que este prodigio es tan real como la levitación, la hipertermia o la elongación corporal, todos ellos fenómenos frecuentes entre místicos y estigmatizados.
Fragancia post mortem
El hecho de que el "olor de santidad" no sólo se produzca durante la vida sino también en el momento de la muerte suscita interrogantes muy difíciles de explicar: en algunos casos excepcionales su duración e intensidad se hace sentir en las horas que siguen a la defunción de la persona y la fragancia no parece desprenderse de su cadáver sino que los testigos tienen la impresión de que impregna todo el ambiente, la cámara mortuoria y en ocasiones a veces toda la casa. Otras veces, en cambio, prevalece durante años: tras la muerte del Padre Pío de Pietrelcina numerosas personas atestiguaron haber sentido alrededor de su tumba un olor suave. A veces, estos olores misteriosos se percibían en los lugares donde había vivido el difunto como en el caso de la monja Marie Gabrielle Sagheddu beatificada por Juan Pablo II en 1983, o al exhumar los restos muchos años después. Tal fue el caso de santa Roma de Lima, Marie del Perpetuo Socorro Tejada Cuartas, religiosa colombiana muerta en 1925, cuyo cádaver se exhumó dos años después.
Dado que estos casos de fragancia most mortem suelen ir acompañados frecuentemente de otros prodigios sorprendentes como la incorrupción del cuerpo y la ausencia de rigidez cadavérica -ejemplos modernos de todos ellos han sido la pequeña vidente de Fátima Jacinta Marto y la visionaria de Tilly-sur-Seulles, Marie Martel-, la Iglesia no ha dudado en atribuirles un carácter sobrenatural y los ha interpretado como una especie de confirmación de auténtica santidad, es decir, imposible de imitar.
¿Un fenómeno patológico?
Aunque todavía no se ha podido elaborar una teoría formal sobre la naturaleza de la fragancia post mortem, la medicina moderna cree haber encontrado las claves que subyacen bajo el fenómeno del "olor de santidad" en vida y lo ha relacionado con un proceso patológico basándose en la observación de que ciertas afecciones del sistema nervioso modifican el olor de la transpiración y durante los ataques de histeria o en el delirium tremens cuyos afectados despiden olores a piña o a violetas. También los órganos internos del cuerpo despiden olores característicos en ciertas enfermedades: los tísicos, por ejemplo, exhalan un olor a rosas procedente de sus pulmones. Estas observaciones médicas podrían explicar -al menos parcialmente- muchos de los olores exhalados en vida por algunos místicos. La santa tuberculosa Teresa de Lisieux, por ejemplo, exhalaba un olor a rosas y también la mística venezolana María Esperanza Bianchini quien en su juventud sufrió una bronconeumonía muy grave.
La ingestión de determinadas sustancias medicamentosas como la trementina para paliar los problemas de anuria también suele producir en la orina un agradable olor a violetas, de ahí que se haya pretendido explicar según esta hipótesis el olor que exhalaba la santa Catalina de Ricci, monja dominicana estigmatizada del siglo XVI, aquejada de anuria. No obstante, resulta sorprendente que dicho olor fuera aún perceptible en torno a su tumba durante más de un año después de su entierro, a pesar de que su cuerpo había sido encerrado en un féretro de plomo.
En relación con el exquisito perfume que Teresa de Jesús emanaba después de muerta también se ha argumentado que podía haberse debido a la brucelosis o a la acetonomía diabética que a veces produce un agradable olor a manzanas, pero no hay certeza de que la santa padeciera dichas enfermedades.
Sin embargo, aún aceptando la teoría de los olores patológicos, ¿cómo explicar los casos de estigmas odoríficos frecuentes en muchos místicos? Sin duda, la fisiología del cuerpo humano en lo relativo a la producción de olores es muy compleja.
Estigmatizados fragantes
A pesar de que los científicos creer poseer las claves del misterio de estas fragancias, cuando se analizan los casos de místicos estigmatizados, los argumentos anteriores resultan endebles y insuficientes.
En el caso de los exquisitos aromas exhalados por el capuchino italiano Padre Pío, por ejemplo, algunos médicos como Georges Duma han señalado que podían deberse a la utilización que hacía el monje de una solución concentrada de ácido fénico para mantener a raya las hemorragias de sus estigmas, pero la explicación no es tan sencilla ya que el fenómeno de fragancias inexplicables en este religioso iba mucho más allá de sus estigmas: también proyectaba fragancias a distancia (ver recuadro).
Para explicar este último fenómeno no es posible recurrir a la hipótesis de una alteración patológica, la cual tampoco sirve del todo para aclarar el misterio que se esconde tras el fenómeno del olor de santidad. Si bien es cierto que las experiencias de los místicos -ya sean sus estigmas o cualquiera de los fenómenos que acompañan al éxtasis- son susceptibles de provocar un estrés psicosomático muy violento y, por tanto, una profunda modificación del metabolismo sanguíneo que puede favorecer la emanación de ciertos olores, es preciso tener en cuenta el trasfondo psíquico de la experiencia. Lo más probable es que exista una doble explicación, según lo ha expresado el investigador Joachim Bouflet: "En la medida en que la emisión de un olor de santidad corresponde a una persona con una intensa vivencia de orden místico, reviste una significación precisa, de orden carismático, al margen de los mecanismos naturales -puestos en juego por la experiencia interior- que, a priori, hacen inteligible el fenómeno de la fragancia: es sobrenatural en su causa primera pero no en su realidad objetiva ni en sus efectos".
Esta explicación del fenómeno que incluye tanto un factor orgánico o funcional así como otro psíquico pero de carácter "sobrenatural" por así decirlo, tal vez no sea del agrado de todo el mundo y mucho menos de la ciencia médica -todavía hay escépticos que lo atribuyen a alucinaciones olfativas producidas por autosugestión- pero si se compara con los olores producidos por los médiums -otra categoría de seres humanos también capaces de producir fenómenos semejantes- es indudable que el olor de santidad se debe a algo más que a un mero proceso fisiológico. ¿No será que el aura de fragancia natural que rodea a muchos santos cristianos, así como a numerosos guías espirituales de otras tradiciones religiosas constituye una manifestación de sus logros espirituales? Es indudable que no puede decirse lo mismo de los médiums: estos no entran en la denominación de "personas de calidad espiritual superior".
Fragancias mediúmnicas
Aunque entre los médiums los casos de fragancias son muchos más reducidos que entre los santos, se conocen algunos casos sumamente interesantes como los protagonizados por Stainton Moses en 1874 en sus sesiones de espiritismo.
Al parecer, al final de dichas sesiones, se percibían fragancias que emanaban de la coronilla del médium, pero a diferencia de los místicos que no tienen conciencia de lo que les ocurre, Moses era plenamente consciente del fenómeno y de que su organismo desempeñaba un papel importante en la producción de estos aromas: "Mientras estábamos en el jardín, antes de sentarnos, era consciente de un aroma a mi alrededor, especialmente en mi cabello. Al frotarme el pelo con la mano ésta exhalaba un fuerte olor. Probé el experimento muchas veces. Cuando el olor de menta sobrevenía era consciente de su presencia primero cerca de mi cabeza y parecía salir del pelo".
En las sesiones espiritistas de otros médiums modernos como David Duguid, Margery Crandon o el marqués Centurione Scotto los asistentes han atestiguado haber sentido en su rostro olores refrescantes, si bien no siempre así: a veces un olor a fósforo o a ozono impregna la estancia. El hecho de que estos olores especialmente desagradables alteren con frecuencia a los médiums durante sus visiones, podría explicar que su origen es muy distinto al que produce el olor de santidad.
En este sentido, son muy interesantes las observaciones del doctor Larcher sobre las diferencias en la emisión de fragancias inexplicables por parte de místicos y de personas sin el mismo grado de desarrollo espiritual: "La expresión 'olor de santidad' está justificada cuando el fenómeno de la producción de olores suaves está ligado a la actividad mística y a los conflictos de opción que le son propios, lo cual no excluye la posibilidad de encontrar perfumes análogos en algunos neurópatas, ni de observarlos a veces en sujetos carentes de vida mística. Sin embargo, aunque los mecanismos son probablemente los mismos en todas estas personas, su etiología es tan diferente que, en el caso de los místicos, parece verdaderamente excesivo reducir el fenómeno a dimensiones patológicas... Aunque las localizaciones de perfumes al nivel del emuntorio cutáneo, a veces se deben a predisposiciones anatomo-funcionales también pueden, con frecuencia, deberse a un estado del alma".
Es evidente que la senda practicada por el místico no es la misma que la del médium, como ha señalado el filósofo francés Aimé Michel: "La ciencia desconocida practicada por el místico sigue 'la senda del corazón'. El prodigio se da cuando el pensamiento del místico es presa de las sublimes emociones del amor" (ver Año Cero nº 106). Sólo en un "estado especial del alma" puede producirse esa mutación prodigiosa del cuerpo capaz de permitir vivir o morir en "olor de santidad".
TELEQUINESIA MOLECULAR
Algunas personas angustiadas o en situación de peligro físico afirman haber percibido a su alrededor un perfume suave que les reconforta o les alerta sobre el peligro como si fuera un mensaje procedente de un santo. ¿Significa esto que algunos místicos tienen la facultad de hacer sentir su presencia espiritual a distancia? ¿No se tratará de una superchería dado que estas manifestaciones se prestan fácilmente al fraude?
Aunque esta última posibilidad ha sido demostrada en casos de algunos místicos falsos como Catherine Filljung o el estigmatizado Fernand Llakay, el fenómeno de la fragancia sobrenatural a distancia se ha podido verificar en el caso de auténticos místicos como el Padre Pío y otros religiosos contemporáneos -Alexandrine-Marie da Costa, Hedwige Carboni, Margaret Reilly o Natuzza Evolo, por ejemplo-. Al intentar explicar el fenómeno, el doctor Hubert Larcher ha aludido a una posible "telequinesia molecular" porque si bien sus protagonistas no siempre son conscientes de transmitir efluvios odoríficos, al menos tienen conciencia de enviar un "mensaje" o un "signo" de su presencia espiritual a las personas que imploran su ayuda.
OBJETOS CON OLOR DE SANTIDAD
El hecho de que en los ambientes carismáticos actuales se hayan multiplicado los casos de "iconos" milagrosos" que exudan aceites y emanan diversas fragancias florales, ha tendido a oscurecer otro fenómeno parecido sumamente desconcertante: los místicos que en vida emanan olor de santidad parecen impregnar con las mismas emanaciones fragantes sus objetos personales -medallas, crucifijos, hábitos, etcétera-. Las características del fenómeno son muy variadas: dichas fragancias no son siempre las mismas necesariamente -unas veces son de rosas, otras de violetas o de incienso-; se manifiestan en ocasiones en lapsos variables de tiempo y otras incluso tras la muerte de sus propietarios. Este prodigio ha sido atestiguado en religiosos como Marie-Rose Ferron, Catherine-Aurélie Caoutte o el Padre Pío y aunque a priori no se puede excluir la posibilidad de una alucinación olfativa por parte de los perceptores de dichos aromas, el doctor Hubert Larcher ha señalado que el fenómeno es real y que su origen no se encuentra en los objetos sino en los poseedores de los mismos que los utilizan como un "canal" de transmisión -consciente o inconsciente- de las fragancias que emanan sus cuerpos.
BIBLIOGRAFÍA:
Bouflet, Joachim: Encyclopédie des phénomènes extraordinaires dans la vie mystique, F.X. de Guibert, París, 1991.
Michel, Aimé: El misticismo, Plaza & Janés, Barcelona, 1979.
Publicado en Año Cero, nº 111, octubre 1999, páginas 68-70.
© Isabela Herranz
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