sábado, 9 de octubre de 2010

CONTACTOS CON HADAS

Las visiones de hadas y espíritus de la naturaleza se han modificado mucho en el último siglo, pero en esencia siguen siendo los mismos que nos ha transmitido la tradición. Tienen mucho que ver sobre los procesos inconscientes del ser humano y su necesidad de metáforas que satisfagan su alma. Los encuentros con ellas se intensifican a medida que los humanos destruyen su hábitat.

“Literalmente comencé a ver hadas con mis ojos físicos. Las hadas que vivían en los árboles, las plantas, los manantiales salían de todas partes en torno a mí. Parecían muy poderosas, espíritus altos, pocos de ellos sonrosados y graciosos y desde luego ninguno de ellos con alitas. Haciendo acopio de valor, les pregunté cómo era posible que pudiera verlas y me respondieron que normalmente eso no ocurría debido a la piedra dura (carreteras de asfalto) y la áspera luz (alumbrado eléctrico ciudadano), pero que seguían habitando los sitios de siempre”. La protagonista de esta extraña visión con contacto incluido fue la folklorista y sanadora británica Caitlín Matthews cuando regresaba desfallecida y famélica de un extenuante viaje al extranjero. Matthews se sintió muy alterada por la experiencia y cuando llegó a casa comió hasta saciarse y luego se fue a dormir. Nunca más volvió a verlos, pero eso no significa que dichos seres dejaran de existir, ni que otros no puedan verlos.

Realidad invisible
Al parecer, su existencia está directamente conectada a la capacidad de percepción que los humanos tenemos de ellos, según explica el investigador inglés Hilary Evans en su obra Visiones, apariciones y visitantes del espacio (1989): “Las hadas son entidades reales, de una naturaleza por lo menos cuasi-física, y poseen la capacidad de acción autónoma; sin embargo, su capacidad de ser percibidas –y tal vez el carácter completamente físico de su existencia- depende de algún proceso mental subconsciente por parte del perceptor. Por lo tanto, se las verá cuando el perceptor se halle en un estado especial de conciencia, como el de sueño, trance o éxtasis. En tales estados, el perceptor logra penetrar en un plano paralelo de la realidad, en el cual se imagina que estas entidades tienen existencia”.

Al margen de los paralelismos con otras categorías de visiones de entidades de los cuales Evans se hace eco en la citada obra, aquí nos interesa sobre todo un rasgo habitual en todas las creencias feéricas: el reconocimiento inconsciente de que las hadas dependen totalmente de los procesos mentales humanos. Con arreglemos a esto, si revisamos el Peter Pan de J.M. Barrie tendríamos que admitir que estaba literalmente en lo cierto cuando decía: “Cada vez que un niño dice no creas en las hadas, hay un hada pequeña que, en algún sitio, cae muerta”.

Los avances recientes en la investigación parapsicológica nos han confirmado de algún modo que “cuando se trata de hadas, estamos tratando con el mundo de la psique, con el mundo del glamour y la ilusión”, según indica en su obra The Fairy Faith (2002), la doctora en parapsicología Serena Roney-Dougal. En una obra anterior, Where Science and Magic Meet (1991), esta investigadora británica señaló que “los fenómenos de las hadas son en un aspecto esencialmente los mismos que los fenómenos de los espíritus, de forma que la creencia en los seres feéricos deja de ser puramente mítica y las visiones de hadas tienen que entenderse en los mismos términos que los propuestos para los ovnis. Estas visiones de hadas las explicamos como una forma de sugestión mental que actúa sobre la mente subliminal del perceptor…. Corresponden a esa parte mística mental de nosotros mismos que ha estado siempre ahí; sólo cambia su forma de vez en cuando. Los ovnis son hadas con un disfraz moderno, representan una forma exterior de arquetipo subconsciente de nuestra mente planetaria en esta época–contacto con otros seres en el universo”.

Según se irá exponiendo, otras personas que como Matthews han tenido ocasión de establecer contactos con estos seres vienen a corroborar la exposición de Evans y Roney-Dougal del fenómeno que nos ocupa y también la de otros autores como William Bloom o Edward L. Gardner para quienes el estado natural de la conciencia de las hadas o devas está abierto a la impresión, de modo que pueden adoptar la forma psíquica proyectada sobre ellos (ver recuadro).

Hasta ahora la ciencia contemporánea no ha podido demostrar su existencia, pero ¿quién puede negar que existen en una dimensión que normalmente no perciben los cinco sentidos humanos? Son invisibles para nosotros, sí, pero mientras folkloristas y antropólogos especulan sobre la forma y carácter de estos seres, a la vez que avanzan teorías sobre sus orígenes, hábitat o costumbres, hay personas que las ven sin pretenderlo como la citada Matthews. Algunas lo consiguen con cierta facilidad debido a sus dotes naturales de clarividencia, y otras están tan fascinadas por ellos que simplemente se ponen a la tarea de establecer contacto, sobre todo cuando descubren que la relación entre hadas y humanos suele ser beneficiosa, ya que para conseguirla hay que rodearse de una atmósfera de paz interior, armonía y silencio (ver recuadro) que redunda positivamente.

Dicha vivencia diferirá de unas personas a otras y no siempre será visual, según explica William Bloom, experto en la percepción de devas: “Hay que tener en cuenta que la percepción clara de la vida feérica no viene en imágenes, sino mediante una impresión y sentido intuidos. Es una forma inmediata de conocimiento. Puede ser que con esta impresión también se capte otra sobre forma y color, pero es secundaria al conocimiento directo. Hay algunas personas que poseen clarividencia visual innata, pero esto es algo extremadamente raro. Sin embargo, hay técnicas para mejorar la cualidad y la exactitud de estas impresiones. No hace falta un cien por cien de claridad y exactitud para trabajar cooperativamente con la vida dévica. Todo lo que se precisa es una actitud adecuada. Y entonces, con el tiempo, aumentan la certeza y la claridad perceptivas”.

Contactos feéricos
Teniendo en cuenta que el alcance de la sensibilidad humana es muy superior a lo que parece, quizá sea mucho más fácil ver y contactar con hadas de lo que imaginamos. De hecho, cada vez aparecen más testimonios escritos de personas con experiencias similares a las que hace décadas tuvo, por ejemplo, Dorothy Maclean, de la Comunidad Findhorn en Escocia. Gracias a la sintonización que estableció con los devas y espíritus de la naturaleza, el famoso jardín de Findhorn floreció hasta límites gigantes en terrenos casi baldíos. Más recientemente, desde una remota localidad de Cornwall, Sheila Jeffries ha informado en su obra How to Meet Fairies (2002) sobre sus experiencias de canalización con estos seres, lo cuales –explica el canal- tienen importantes mensajes para nosotros desde predicciones de futuro hasta consejos de salud o de cambio global.

También el renombrado folklorista británico R.J. Stewart ha difundido sus conocimientos y experiencias del “mundo viviente de las hadas” en diferentes obras que revelan la tradición feérica como un aspecto de la conciencia planetaria, y aportan fórmulas para establecer contacto fortaleciendo la conciencia y la energía sutil.

Otra persona excepcionalmente favorecida con visiones y contactos con hadas ha sido la escritora y sanadora Dora Van Gelder, que durante un tiempo presidió la Theosophical Society in America. Describe a las hadas como las formas elementales de la naturaleza y en su obra The Real World of Fairies (1977) se pregunta por qué no hay más gente que las vea. La respuesta podría ser que la mayoría de los adultos están demasiado inmersos en el lado físico de la realidad para ser conscientes de cuanto ocurre a su alrededor en la realidad invisible. Al margen de que la cultura moderna no preste demasiada atención a dicha realidad, los especialistas en hadas y seres afines aseguran que el alejamiento de un sistema de vida más natural y la excesiva mecanización actual en unión de la incredulidad, resulta muy nociva para su visualización. Así y todo, como apunta Roney-Dougal, “todavía hoy son muchas las personas que tienen estas experiencias aunque las llamemos por otro nombre… Antes solíamos conectar con los seres de la tierra, ahora les hemos llamado poltergeists, o fantasmas de la dama gris, sin reconocer su naturaleza feérica”.

Dado que los devas son parte inextricable de nuestra historia, no importa tanto el nombre que les demos sino que la toma de conciencia de su existencia nos conduzca al equilibrio ecológico, según insisten sensitivos como Dora Van Gelder o William Bloom. “La mayoría de la gente vive hoy día encerrada en oficinas, exiladas en altos edificios que les alejan de la tierra. Esta falta de contacto les priva de vitalidad y salud espiritual… Cuanto más nos alejamos de nuestros orígenes terrenales y más medicinas y alimentos sintéticos tomamos, más nos alejamos de nuestras vecinas las hadas”, expresa con pesar Caitlín Matthews.

A Serena Roney-Dougal también le importa mucho que estos seres sigan siendo alimento para nuestra alma. Con su rigurosa visión concluimos: “Los resultados de los años de cuidadosa investigación me hacen temblar porque siento que me dicen algo muy valioso, algo que necesitamos saber en nuestra era y sociedad tan materialista, algo sobre la magia, sobre el espíritu, sobre nuestras almas. Es alimento para mi alma, al igual que estar en la naturaleza y disfrutar con la luna y el viento y la tierra y el sol y el mar, y que ese espíritu de las hadas me alimente”.


¿CÓMO SON LAS HADAS?

“La imagen más popular de las hadas es la transmitida por los victorianos: diminutas criaturas con trajes vaporosos y alas de insecto. Tales seres no proceden de la tradición, donde se les describe de tamaño humano o incluso mayor. Parece que fueran producto de la fantasía sexual reprimida en el siglo XIX y principios del XX. Si comparamos las hadas y modernos espíritus de la naturaleza con los tradicionales encontramos dos imágenes muy distintas: una insulsa, diminuta y delicada, la otra fuerte y decidida, inquietante”. Así se expresa R.J. Stewart, experto británico en folklore de las hadas, seres que en la mayoría de los cuentos antiguos se describen como bellos y poderosos, inhumanos y con un código moral muy distinto del nuestro.

Según apunta Stewart es innegable que la imagen de las hadas en nuestra cultura como pequeños seres alados que viven entre las flores se debe más a la idea de los espíritus de la naturaleza popularizados por victorianos en pintura, literatura o producciones teatrales como El sueño de una noche de verano, que a la visión ancestral sostenida en diversas tradiciones. Dicha visión ha ido transformándose a lo largo de la historia, pero en todas las culturas y religiones se ha hablado y escrito sobre seres y criaturas que pertenecen a otra dimensión psíquica, mágica o religiosa. Hay muchos nombres para los diferentes tipos: silfos, serafines, salamandras, gnomos, elfos, hadas, duendes, trasgos, ángeles, etcétera. En sánscrito hay una palabra que define y abarca a todos ellos: devas, que significa “seres de luminosa luz”.

Así lo explica el escritor William Bloom en su obra Devas, Fairies, and Angels (1986): ”A lo largo de milenios, las hadas han tenido una forma etérica que es semihumana en respuesta a las proyecciones de la mente humana. Las hadas, de hecho, son remolinos de energía. Que se las imagine como ingenuas bailarinas de ballet, sin embargo, resulta simbólicamente adecuado aunque sea físicamente incorrecto”.

Otra visión interesante la ha ofrecido el teósofo Edward L. Gardner para quien las hadas “tienen una naturaleza más liviana que la gaseosa… A su modo, son tan reales como nosotros… Normalmente no tienen una figura definida, y podemos describirlas solamente como nubecitas brumosas y algo luminosas, de color, con un núcleo más brillante, que parece una chispa… No está claro qué determina la figura que asumen ni cómo se produce la transformación. Podemos especular sobre la influencia del pensamiento humano”.

El cerebro y la psique humana están estructurados de tal modo que al margen del tiempo, la cultura o la geografía, la gente siempre imagina y alucina de la misma forma y estos seres de luz seguirán prevaleciendo en el alma y la psique humanas. Sin embargo, una exploración profunda del simbolismo del inconsciente, que constantemente produce metáforas inexplicables para satisfacer el alma humana, podría arrojar nuevas claves sobre las creencias en estos seres de luz.

FÓRMULAS PARA ENCUENTROS CON HADAS

Los lugares más fácilmente accesibles donde se encuentran las hadas y seres de luz son los jardines y espacios donde se celebran rituales espirituales de oración y meditación. Aunque en algunos países como China hay incluso hadas o espíritus guardianes de la seda, el arroz y los caminos, en general siguen unidos a los mismos sitios donde la tradición les ha situado siempre: árboles, cascadas, fuentes, plantas, flores, marismas, ríos, manantiales, lagos, montañas, piedras preciosas, charcos de rocío…

Aunque todos estos lugares son ideales para el “encuentro”, hay algunos que parecen más especiales que otros. Las canteras de creta caliza, por ejemplo, que se encuentran en algunas zonas de Gran Bretaña pasan por ser excepcionales para tal fin. Si las condiciones atmosféricas acompañan, las posibilidades se intensifican según expresa Ian Taylor en The All-Saints Ley Hunt. Así señala que no importa qué hora sea (amanecer, atardecer, mediodía, tarde) sino que no llueva ni sople el viento y que las nubes cubran el cielo de forma densa y uniforme. “Si se permanece el tiempo suficiente se puede sentir la energía giratoria alrededor del borde. En el fondo del foso hay tranquilidad –es el centro en calma de la espiral- y una rara sensación de vacío, como si uno fuera a adentrarse en las profundidades de la psique terrestre (y de la propia) como una piedra arrojada a un pozo. Esta respuesta emocional parece ser el resultado de formación yin única del foso: en estos lugares puede emerger imaginería inconsciente profunda”. Por su parte, Philip Heselton en su obra Earth Mysteries hace referencia a los manantiales, fuentes y pozos sagrados donde además de producirse curaciones (quizá por el efecto homeopático de sus aguas junto con pequeños cambios en la composición química), la presencia de las energías telúricas añaden otra dimensión y es fácil que en ellos se produzcan fenómenos de visiones de hadas (según para qué personas visiones de la Virgen María). Tras invocar el anima mundi, dormir en estos lugares resulta ideal para los encuentros. Si además el lugar está situado en un bosque, los efectos se intensificarán, ya que estos poseen un esquema de energía que ayuda a elevar la conciencia: “Parece haber un espíritu de energía en cada árbol y cada especie que pueden ver las personas sensitivas… Así, esta ‘geografía etérica’ abre otra posibilidad de interpretar el paisaje de forma más sutil y completa”, indica Heselton.

Dejando las preocupaciones a un lado, con la espalda recta y el espíritu tranquilo, en la práctica habitual de meditación se puede incluir un ejercicio de sintonización para percibir las realidades dévicas.

Para verlos hay en primer lugar que desear verlos, pero como apunta Caitlín Matthews “si somos pacientes y corteses, también podemos encontrar aliados en los lugares salvajes de la naturaleza, en los senderos secretos de nuestros sueños”.

Publicado en Año Cero, nº 164, marzo 2004,páginas 68-73.© Isabela Herranz

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