El éxtasis es la más rica y renovadora de todas las experiencias que pueden acontecer al ser humano. Las vías son múltiples según se observa en los numerosos testimonios de personas que lo han experimentado. Se produce con relativa frecuencia y sus efectos se dejan ver en diferentes niveles: abren muchas puertas a formas de ser más libres y vitalizadas.
“Hace diez años participé en varias mesas peruanas de purificación. Al final de una de ellas, cuando el chamán me había limpiado el aura y estaba distribuyendo una planta carnívora del Amazonas que se emplea para limpieza interior, me susurró al oído que no la necesitaba. Mientras los demás tomaban la dragona me senté en el suelo a meditar junto a la mesa ceremonial. Varias velas iluminaban tenuemente la estancia. De pronto sentí una fuerte luz que me invadía y rodeaba por completo. La luz vibraba y aquello era difícil de soportar sin moverse de forma que empecé a mecerme con suavidad disfrutando de la sensación de amor, placer y bienestar que me transmitía. Cuando el chamán terminó el ritual y poco a poco se fue desvaneciendo aquella luz resplandeciente, abrí los ojos y me dije: ‘Quiero tener esta luz conmigo donde quiera que vaya’. A partir de ahí empecé a ver el mundo de otra forma y a sentirme llena de luz, amor y alegría. Desde ese momento mi vida ha transcurrido por múltiples cambios y pruebas, como si el universo me estuviera guiando en una limpieza profunda, que en ocasiones he soportado pensando en que un día me volverá a invadir la luz del amor universal”.
Música y sonido
”La música ha regido toda mi vida y me ha ayudado a crecer –nos cuenta Aceves-. Suelo escucharla en una habitación que tengo aislada acústicamente y la experiencia me mantiene en un estado de armonía que me permite afrontar un día duro. Lo podría comparar a un multiorgasmo, pero es mucho más que eso. Es fundamental para mi bienestar psicofísico. Normalmente escucho música barroca, pero cuando escucho expresamente las “Cuatro últimas canciones” de Richard Strauss siento como si la luz penetrara en mis células limpiándome por dentro. Es una sensación de plenitud total”.
Este relato de María del Carmen Edlin, secretaria de 50 años, describe una vivencia que podríamos calificar de extática -por el gozo espiritual implícito en la misma- aunque no tuviera nada que ver con los éxtasis místicos de santa Teresa de Jesús, la mejor exponente del fenómeno. “En ese grado de oración, me ha sucedido alguna vez encontrarme de tal modo fuera de mí que ignoraba si la gloria de que se me había llenado era una realidad o un sueño”, confesaba la santa en Su vida. Su descripción no podía ser más exacta, ya que el término éxtasis viene de la raíz ex stasis –estar fuera de uno mismo-, es decir, pleno de una emoción demasiado fuerte para ser contenida en el cuerpo o comprendida por la mente racional.
¿Qué es el éxtasis?
Aunque los místicos de la antigüedad opinaban que el éxtasis es algo extremadamente raro –el individuo tiene la impresión de sentir cómo su espíritu se une a la divinidad en otro plano trascendente al que ha sido transportado-, en la actualidad se consideran como extáticas experiencias muy diversas como lo muestra, por ejemplo, la definición que nos ofrece el doctor neoyorquino Mike Samuels, especializado en técnicas médicas de visualización: “Él éxtasis es un estado no ordinario de la mente que incluye estados de trance, sueños lúcidos, visiones, alucinaciones, ensueños y meditación profunda”. Esta definición permite incluir entre muchas otras las experiencias de los chamanes (auténticos “especialistas” del éxtasis”), así como las de aquellas personas que entran en trance durante un frenesí colectivo incontrolable como les ocurrió a los maniacos danzantes en la Italia del siglo XIV, a los convulsionarios de Saint Medard en la Francia del siglo XVIII, a los pentecostalistas americanos del siglo XX y por qué no a los nazis seguidores de Hitler enfervorizados por el poder de oratoria de su líder, junto con la música y el ceremonial adecuados. También los artistas de todo género han descrito con frecuencia como extáticas las experiencias visionarias en momentos intensos de inspiración.
Aunque los místicos de la antigüedad opinaban que el éxtasis es algo extremadamente raro –el individuo tiene la impresión de sentir cómo su espíritu se une a la divinidad en otro plano trascendente al que ha sido transportado-, en la actualidad se consideran como extáticas experiencias muy diversas como lo muestra, por ejemplo, la definición que nos ofrece el doctor neoyorquino Mike Samuels, especializado en técnicas médicas de visualización: “Él éxtasis es un estado no ordinario de la mente que incluye estados de trance, sueños lúcidos, visiones, alucinaciones, ensueños y meditación profunda”. Esta definición permite incluir entre muchas otras las experiencias de los chamanes (auténticos “especialistas” del éxtasis”), así como las de aquellas personas que entran en trance durante un frenesí colectivo incontrolable como les ocurrió a los maniacos danzantes en la Italia del siglo XIV, a los convulsionarios de Saint Medard en la Francia del siglo XVIII, a los pentecostalistas americanos del siglo XX y por qué no a los nazis seguidores de Hitler enfervorizados por el poder de oratoria de su líder, junto con la música y el ceremonial adecuados. También los artistas de todo género han descrito con frecuencia como extáticas las experiencias visionarias en momentos intensos de inspiración.
Aunque dichos trances poco tienen que ver con el éxtasis místico en el que el sujeto tiene la certeza absoluta de que Dios está presente no parece que sea preciso ser artista, chamán, o fanático político o religioso para disfrutar de una experiencia extática. Son numerosas las personas que las han tenido al menos una vez en la vida. Para muchas de ellas ha supuesto una especie de “premio extraordinario” a un largo proceso de búsqueda espiritual (si prosiguen con prácticas de meditación específicas consiguen incluso repetirlas con relativa facilidad), mientras que otras han disfrutado de la experiencia sin haberla buscado expresamente. Sea como fuera, a todas ellas las ha pillado desprevenidas. El investigador americano Dennis Stillings nos ha contado la suya: “La única experiencia extática que recuerdo haber tenido aconteció cuando tenía 18 años y trabajaba en un turno de noche en Green Giant, una empresa conservera de verduras. El trabajo era fácil pero sucio. Como tenía mucho tiempo libre aprovechaba para leer. Un día acababa de terminar la lectura de los Diálogos de Platón y me dirigí a las cocinas. Recogí la grasa sobrante de las verduras envasadas y mientras la llevaba al vertedero en una carretilla sentí que flotaba aproximadamente un metro por encima de mi cabeza. Para mí fue literal y definitivamente una experiencia extática. Enseguida me encontré de nuevo en las cocinas con la carretilla. El paseo había durado unos diez minutos, pero tenía la sensación de que el tiempo se había detenido. Estaba claro que había hecho el viaje porque la carretilla estaba vacía. Sin duda tales experiencias no son lo mismo cuando se cuentan. Como suele decirse, ‘uno tiene que estar allí presente’, pero lo cierto es que aquello me permitió comprobar que existen otros estados de conciencia”.
¿Quién puede negar que esta curiosa experiencia no fuera extática? Tal vez no fuera mística del todo, pero sin duda fue extática para Stillings, aunque no poseyera todas las características habituales en los estados extáticos (ver recuadro).
En relación con su posible “validez”, el antropólogo irlandés Patrick Meehan, especialista en la interacción humana con ordenadores, apunta que “la experiencia mística puede no ser suficientemente tangible como para ser descrita. Cualquier explicación de la misma será siempre subjetiva y dejará preguntas sin responder. ¿Viene de dentro o de fuera? ¿Es real o percibida? Sin embargo, ya sea espontánea o se obtenga mediante meditación, drogas, ejercicio, rezos e incluso con sexo (dejemos a los metafísicos que se ocupen de las diferencias) siempre dará al testigo la impresión de que un velo se levanta en otra dimensión y que la realidad queda suspendida de alguna forma”.
Como apunta Meehan es tanta la diversidad de las experiencias extáticas y tan difícil precisar la cualidad de las mismas que una forma de acercarnos a ellas ha sido entrevistando a una serie de personas en España, Inglaterra y Estados Unidos. Todas nos han ofrecido sus testimonios convencidas de que sus experiencias han poseído ese carácter de elevación y unión con la divinidad que caracteriza al éxtasis. Aunque no todas han tenido la misma profundidad, duración o influencia posterior en la vida de los testigos nos prueban que no son tan raras como suele creerse, tal vez porque muchas veces no queremos ni siquiera reparar en esos destellos que ocasionalmente van iluminando nuestra vida. A veces son tan deslumbradores por su dramatismo que es imposible sustraerse a los mismos. Así se observa en una experiencia cercana a la muerte que nos ha facilitado el investigador americano Kenneth Ring, autoridad mundial en dicho campo. Aconteció el pasado año a una amiga suya a raíz de un accidente de coche en el que estuvo a punto de perder la vida. No relataremos los múltiples traumatismos que sufrió su cuerpo (actualmente bastante recuperado), baste citar que al colisionar se vio proyectada hacia una luz en cuya presencia sintió una profunda paz. “Ya no tiene miedo a la muerte y aprecia mucho más la vida -nos explica el doctor Ring-. Después de escuchar su historia tuve la intuición de que tal vez debería plantearse trabajar ayudando a los moribundos. Antes de expresar esta idea, ella misma la verbalizó”.
Sin duda, experiencias tan dramáticas como esta facilitan enormemente la apertura espiritual y ayudan incluso a reorientar la vida, pero conviene señalar que en general las experiencias extáticas, por valiosas que sean, no siempre son garantía de una transformación estable o permanente a pesar de que las personas que las tienen suelen sentirse renovadas por la experiencia. Para algunas incluso es tan familiar que la han integrado en sus vidas con toda naturalidad. Tal es el caso del mexicano Alfonso Pérez que lleva más de tres décadas consumiendo substancias naturales que alteran la conciencia como la ayahuasca y el peyote y que siendo muy joven se sometió al ritual de la danza del sol donde fue colgado del pecho con garfios, según prueban numerosas cicatrices. Aunque las transformaciones internas que este hombre del camino rojo, según se hace llamar siguiendo la tradición sagrada de su país, son indescriptibles, las da por hecho: “Nunca me han hecho volar -nos confiesa-, simplemente me han permitido establecer una conexión total con todo mi ser, es decir, sentirme bien conmigo mismo. Hace mucho que presido mesas rituales y ayudo a los participantes a curarse y a encontrarse a sí mismos”.
Otra persona que también aprecia estas experiencias en lo que valen pero considerándolas como algo natural es la doctora en ciencias físicas Patricia Rivera, aunque ella ha optado por explorar mediante una vía que nada tiene que ver con las plantas psicotrópicas.
La senda más larga
“Tengo 44 años y llevo practicando técnicas de meditación y relajación desde los 16 -nos cuenta Rivera-. Las experiencias más significativas que he tenido, desde el punto de vista espiritual o místico, han tenido lugar mediante la práctica del Conocimiento que consiste en cuatro técnicas enseñadas por el gurú Maharaji (deben realizarse a diario al menos 15 minutos cada una). Las experiencias más extendidas y rutinarias que se dan cuando hacemos las prácticas en grupo incluyen intensas percepciones de luz y sonidos armónicos, así como sentimientos de paz y amor y la sensación profunda de ‘haber vuelto a casa', ‘estar en el camino correcto'. También es frecuente acceder a estados de conciencia muy elevados. Personalmente siento como si en el estado de vigilia normal fuese tonta y ciega, como una zombi incapaz de percibir la `realidad' que se me presenta delante. Esta realidad, a la que sólo tengo acceso cuando entro en esos estados de conciencia superiores, incluye la visión total del Universo como un enorme teatro de marionetas, en el que todo, hasta lo más insignificante, está regido por un mismo Poder. Sabes que se encuentra ahí, lo percibes claramente, y tienes la sensación de que `todo está en su sitio'. Los primeros dos o tres años me sentía casi como una extraterrestre debido a la cantidad de experiencias de luz, sonidos, vibraciones por todo el cuerpo, sentimientos de amor. Era como si me hubiesen abierto unos sentidos que antes estaban cerrados, pero ahora la práctica del Conocimiento me da un referente interno e inmutable que crea la sensación de eternidad. Este sentimiento de ser eterna y de que la existencia tiene un sentido es en definitiva lo que más afecta mí día a día. Sigo viendo la luz, pero ya estoy acostumbrada después de tantos años, así que ni siquiera le doy importancia”.
No todo el mundo consigue acceder fácilmente a la experiencia mediante prácticas de meditación, aunque lo hayan intentado. Afortunadamente, esta se produce a veces con bastante frecuencia en un estado de duermevela. Maureen Thompson, secretaria de 49 años, lo sabe muy bien: “Desde que tenía trece años he venido teniendo una media de tres experiencias extáticas al año. Suelen producirse cuando estoy en una especie de trance, tumbada en la cama, a veces antes de dormir y otras después. Difieren claramente de los sueños porque son muy reales y su impacto suele durarme días. Fundamentalmente siento una emoción intensa al contactar con un ser invisible. Al principio suelo sentir frío, pero cuando se produce el contacto siento un calor intenso y luego una sensación en el corazón que describiría como de apertura y amor. Me deseo de unirme a él es intensísimo, pero no en el sentido sexual sino mental y emocional. La sensación de gozo es total y cuando vuelvo en mí a veces me sorprendo llorando de felicidad. He intentado muchas veces acceder a la experiencia meditando, pero no lo he conseguido”. Tras leer muchos libros espirituales y científicos que le permitieran encontrar una explicación a estas experiencias, Thompson se ha negado a aceptar que sean meramente productos biológicos de la función cerebral: “Creo que tienen que ver con la fuerza de la vida misma y con cómo se proyecta esta a otras dimensiones en el tiempo y el espacio y contacta con la divinidad”.
Amor, sexo y ouija
A diferencia de los testimonios anteriores, hay muchas personas que tienen un atisbo de la divinidad mediante la práctica sexual, especialmente si sienten amor. La exaltación producida por el magnetismo sexual y amoroso favorece la apertura a la trascendencia. En los Upanishads se habla del rapto extático ante la posibilidad de la supresión de la conciencia del mundo exterior e interior cuando se abrazan un hombre y una mujer que se aman de verdad. Los testimonios de los auténticos amantes hablan de una fusión, de la sensación de convertirse en un solo cuerpo, de ver luces, oír sonidos... Tal es la experiencia de un psicólogo americano que prefiere mantenerse en el anonimato. La obtiene con cierta regularidad con una mujer a la que ama apasionadamente desde hace años y con la que ha conseguido un nivel de comunión poco frecuente: “Sólo soy consciente de mi deseo de fundirme con ella y convertirme en ella mediante una unión extática. Pero en mi mente -¿o se trata de mi alma?- me estoy abriendo a Dios y entregándome a él. Cuando ella me toma siento como si entrara en Dios. Todo es sagrado y vibro con energías divinas que se renuevan hasta que me disuelvo hecho añicos y mi yo desaparece mientras me sumerjo en el fuego divino. El momento del impacto es esa aniquilación. La Dicha lo invade todo, fluye la luz”.
Experiencias como esta, fruto del amor y la comunión de dos almas, son sin duda un tesoro para quienes las disfrutan. Otras, en cambio, aunque acaben felizmente pueden surgir de las tinieblas. La experiencia extática de Lynn Collier tuvo lugar hace quince años y comenzó con una sensación de angustia inenarrable: "Había estado en casa jugando a la ouija con unos amigos y unos días después, hacia las tres de la mañana, tuve la sensación de ser invadida por un fuerza oscura y diabólica poderosísima. Mi novio estaba conmigo y tuvo que sujetarme porque yo me agitaba repitiendo sin cesar 'tengo que amar, amar, amar...'. Nunca había experimentado nada igual. Estaba horrorizada, la fuerza que me invadía no era de este mundo. Tras un largo forcejeo, mi novio, muy asustado, exclamó: 'Mira Lynn, Dios acaba de entrar en el cuarto'. En menos de un segundo todo cambió y me sentí plena de felicidad y alegría. ¡Fue tan fácil! Sólo tuve que elegir el amor y entonces se produjo el milagro: fue el éxtasis de ver y sentir a Dios y saber que aunque muriera nada importaba siempre que tuviera ese amor conmigo. Me di cuenta de que la experiencia iba a cambiar mi vida por completo y así fue. Aunque han pasado muchas cosas en estos últimos años sigo sintiendo lo mismo".
Afortunadamente para esta mujer una experiencia que comenzó de forma angustiosa derivó en un éxtasis inefable. Sin embargo, esto no suele ocurrir cuando la experiencia se busca por la vía de las drogas.
Éxtasis a la carta
En la actualidad, la búsqueda del éxtasis no sólo se ha intensificado hasta convertirse en algo obsesivo sino que cada vez se tiende a “recortar” el tiempo para acceder a él. A la mayoría de los jóvenes no les sirve la larga senda de la meditación para alcanzar a Dios: desean alcanzar el éxtasis aquí y ahora mediante músicas electrizantes, sexo, indulgencia en el alcohol y en el consumo de drogas como el MDMA y sus últimos derivados, que estimulan la conciencia empática.
En relación con el consumo de substancias como el éxtasis, el peyote y los hongos sagrados Jorge Ferrer señala que “los problemas puntuales –incluso la muerte- que suelen resultar del consumo de estas substancias se suelen deber, casi sin excepción, a la ausencia de una preparación psicológica adecuada o por tomarlas en un contexto inadecuado. Tomadas con la intención correcta pueden ayudarnos a desestructurar muchos de nuestros bloqueos permitiéndonos el acceso temporal a cualidades humanas más libres, vitales y sutiles como el amor incondicional, la ausencia de vergüenza, la compasión genuina o estados de conciencia pura”.
Sin duda, el deseo de experimentar el éxtasis es legítimamente humano, pero la búsqueda del mismo con la ayuda de peligrosas drogas que se mezclan “sin ton ni son” no sólo esconde un deseo de ahogar las frustraciones o la apatía vital, sino que entraña el riesgo de morir en el intento, según observamos cada vez con mayor frecuencia en los medios de comunicación. Por fortuna, no todo el mundo busca el éxtasis de forma tan frenética y absurda. Sobre dicha búsqueda la psicóloga junguiana Esther Harding ha señalado que “el deseo de alcanzar el éxtasis no siempre es una tendencia regresiva. Es parte de la experiencia de unión entre las partes separadas de la psique y muchos sienten que es una forma de liberarse, aunque sea por poco tiempo, de las limitaciones del ego personal mediante la disolución del ser o la unión con una fuerza mayor que uno mismo”.
La experiencia buscada con esta intención no sólo es enriquecedora sino que aporta la inspiración que nos permite afrontar y llevar a cabo las tareas difíciles de la vida. Si uno aprende a sintonizarse puede llegar incluso a conseguir que se repita como le ocurre al vidente Octavio Aceves, quien por la vía de la música ha encontrado su camino hacia Dios.
Música y sonido”La música ha regido toda mi vida y me ha ayudado a crecer –nos cuenta Aceves-. Suelo escucharla en una habitación que tengo aislada acústicamente y la experiencia me mantiene en un estado de armonía que me permite afrontar un día duro. Lo podría comparar a un multiorgasmo, pero es mucho más que eso. Es fundamental para mi bienestar psicofísico. Normalmente escucho música barroca, pero cuando escucho expresamente las “Cuatro últimas canciones” de Richard Strauss siento como si la luz penetrara en mis células limpiándome por dentro. Es una sensación de plenitud total”.
Muchas otras personas recurren a diversas técnicas de sonido para explorar la conciencia y experimentar con relativa facilidad estados que antes sólo podían alcanzarse tras muchos años de meditación. El sistema Hemi-Sync, por ejemplo, parte de un estado de relajación profunda del cuerpo físico para que la mente pueda ser más libre, ya que ayuda a la sincronización cerebral favoreciendo esos estados de conciencia inefables. Manuel Soriano nos ha contado su experiencia con dicho sistema: “Con los sonidos musicales y la meditación guiada visité los confines del universo y tuve la impresión de sentir con mi conciencia que el universo era infinito porque por más que me empeñaba en llegar hasta el final no lo conseguía. Aproximadamente una hora después de terminar el curso tuve mi primera experiencia mística profunda: parecía que lo percibía todo desde una distancia que me permitía ver las cosas como son en realidad y no como siempre las había visto. Era un estado de profunda paz y calma absolutas, como si hubiera sintonizado con la parte más profunda de mí mismo. En ninguna otra circunstancia he sentido nada semejante”.
Mientras unas personas optan por la música, el sonido, el amor y el sexo, el ayuno, la meditación o la droga en un contexto adecuado, todavía hay muchas que simplemente se “extasían” ante la misma vida. Su éxtasis resulta tan natural que en un mundo tan enloquecido como el nuestro puede parecer increíble. ¿Acaso sus cerebros funcionan de forma distinta de los demás?
Éxtasis de vivirSue Hornby, hostelera jubilada, nos asegura no necesitar drogas para experimentar éxtasis maravillosos. Los consigue con mucha facilidad cuando contacta con la naturaleza y cuando hace el amor: “No hay nada superior a estas sensaciones. Me relajo, miro el cielo, escucho la música y los pájaros y entonces ‘floto’. Me siento tan bien que simplemente me ‘voy’. Lo mismo me ocurre cuando estoy con Kevin, el hombre del que estoy enamorada. Es una sensación sobrecogedora. A veces tengo varios orgasmos con él pero el éxtasis que experimento no tiene que ver con el placer físico. Es un placer intenso y me dura horas. Me siento fuera de este mundo. Es una sensación de felicidad profunda, más mental que física. Me siento flotar”.
Por su parte, el artista multidisciplinar David Hargrave nos ha ofrecido varios testimonios de éxtasis “natural”. Uno de ellos le aconteció hace casi treinta años cuando empezó a interesarse por el cambiante mundo de las nubes tras comprender que poseían unos niveles de vida invisibles a nuestros ojos. Contemplándolas un día tuvo una revelación: "Vi el símbolo PI con un ojo dentro, estampado en un nube gris evanescente, tan evanescente que podía ver a través de ella. El símbolo era ligeramente ultravioleta, parecía vibrar con una presencia divina, como si procediera de Dios o de algo increíble. Me dio la impresión de inocencia, ingenuidad y curiosidad puras y sentí una dicha indescriptible".
Por su parte, el artista multidisciplinar David Hargrave nos ha ofrecido varios testimonios de éxtasis “natural”. Uno de ellos le aconteció hace casi treinta años cuando empezó a interesarse por el cambiante mundo de las nubes tras comprender que poseían unos niveles de vida invisibles a nuestros ojos. Contemplándolas un día tuvo una revelación: "Vi el símbolo PI con un ojo dentro, estampado en un nube gris evanescente, tan evanescente que podía ver a través de ella. El símbolo era ligeramente ultravioleta, parecía vibrar con una presencia divina, como si procediera de Dios o de algo increíble. Me dio la impresión de inocencia, ingenuidad y curiosidad puras y sentí una dicha indescriptible".
Si para algunas personas es tan fácil tener experiencias extáticas, quizá habría que plantearse si estas no formarán parte de un estado natural que hemos perdido a fuerza de complicarnos la vida. En este sentido, el terapeuta Robert A. Johnson señala que “la gran tragedia de la sociedad occidental contemporánea es el hecho de que hayamos perdido la habilidad de experimentar el poder transformador del éxtasis y del gozo... Buscamos el éxtasis por todas partes, pero en un nivel muy profundo permanecemos insatisfechos”.
Para recuperar ese paraíso perdido, Johnson sugiere que “reconectemos con la capacidad de éxtasis que está inactiva dentro de nosotros” y ofrece en su libro Éxtasis (Kairós, 1992) una variada gama de rituales que, entre otros, pasan por reactivar nuestra imaginación y trabajar con los sueños. Dichas prácticas y otras que proponemos (ver recuadro) pueden ser muy útiles para tal fin, pero en cualquier caso conviene no olvidar que la sensación plena de vivir es fuente de éxtasis en sí misma: todo puede convertirse o devenir extático para quien sabe abrirse a la vida. “Estar vivo es o, debería ser, una experiencia intrínsecamente extática. Y aún lo es en la mayoría de los casos durante los años muy tempranos de la infancia”, nos apunta Jorge Ferrer. Estamos de acuerdo con él. ¿Quién no tiene recuerdos de un éxtasis infantil? La experiencia narrada por Malcolm de Chazal en su obra Petrusmock no puede ser más poética y explícita: “Cuando el niño degusta una fruta se siente degustado por la fruta que degusta. Cuando el niño toca el agua, se siente a su vez tocado por el agua. Cuando el niño mira una flor, ve cómo la flor le mira... La clave exacta de la visión que no es devuelta la tuve un día en el jardín botánico de Curepipe [Isla Mauricio]. Avanzaba en la luz del mediodía hacia un seto de azaleas y entonces vi que una de las flores me miraba. Y de pronto se convirtió en un ser. La flor devino una flor-hada. Este suceso se corresponde con el de la manzana de Newton, es decir, con el momento en que toda la vida de un hombre, todo su pensamiento, vuelve a él en una experiencia”.
Es indudable que las experiencias extáticas han aportado un significado nuevo, en ocasiones duradero, a innumerables personas en todo el mundo a pesar de no ser siempre necesariamente transformadoras. Sobre este punto Jorge Ferrer no ceja de insistir: “Pueden abrir muchas puertas, pero el verdadero trabajo de transformación tiene que pasar por un profundo desbloqueo energético y somático. Al ofrecernos una referencia directa (si bien transitoria) de que hay mucho más en la vida de lo que normalmente percibimos y nos han enseñado pueden ser una fuente importante de motivación para iniciar un camino genuino de transformación personal. Para ello hay que trabajar a fondo, de forma sistemática. Sólo así conseguiremos que nuestros corazones y mentes se tornen más porosos en nuestra vida cotidiana.
CARACTERÍSTICAS DE LOS ESTADOS MÍSTICOS
- Inefabilidad: no pueden describirse con palabras.
- Conocimiento: aportan una profunda visión profunda de la verdad que no puede obtenerse por vía intelectual.
- Transitoriedad: raramente pueden mantenerse durante mucho rato. En general, no suelen durar más allá de la media hora, aunque se dan casos de experiencias religiosas frenéticas y trances de posesión que duran horas. Con prácticas de meditación adecuadas no sólo pueden obtenerse con facilidad sino con bastante frecuencia.
- Inmovilidad e insensibilidad a los estímulos exteriores.
- Pasividad: el testigo siente como si su voluntad estuviera en suspenso.
- Conciencia de unidad con todo: la existencia de todas las criaturas se experimenta como una unidad, como todos en uno y uno en todos.
- Sensación de eternidad.
- Convicción de que el ego familiar no es el yo real sino un yo efímero ligado a lo corporal y a lo mental.
- Sentimiento indefinible de júbilo y euforia, gloria y purificación o, por el contrario, angustiosa sensación de oscuridad y vacío absolutos.
- Cambio profundo (a veces transitorio y otras duradero) en la visión y concepción del mundo.
TÉCNICA DE MEDITACIÓN PARA ALCANZAR EL ÉXTASIS
- Elegir una habitación tranquila, preferiblemente insonorizada, con una temperatura agradable y suave iluminación. Aunque no es imprescindible lo ideal es que esté decorada con objetos y fotografías que nos inspiren en nuestras prácticas.
- Es importante que la práctica sea diaria. Aunque puede hacerse en cualquier momento del día conviene designarle una hora y un tiempo específicos (si es posible en el mismo sitio de siempre). Se recomienda hacerla al menos dos veces al día, una por la mañana y otra por la noche, ya que estos son momentos privilegiados.
- Cierre los ojos y relájese, ya sea tumbado, sentado o mejor aún en la posición del loto con las piernas cruzadas y la espalda recta. Respire por la nariz, pausada y uniformemente. Deje que los recuerdos e imágenes que le atribulen se alejen de su mente.
- Al principio puede empezarse practicando cinco minutos e ir aumentando paulatinamente hasta llegar a meditar durante una hora o más.
- La regularidad y la constancia son esenciales para controlar la dispersión mental. En las primeras semanas el practicante se verá asaltado por ideas, recuerdos o imágenes, pero gradualmente irán desapareciendo dando paso a un estado interior de serenidad.
- El soporte para la concentración puede elegirse a voluntad (ver más abajo). Lo importante es concentrar la mente en él y no cambiarlo constantemente (asegúrese antes de empezar de cuál desea utilizar). Mantenga la mente en él tan fija como le sea posible y rechace los pensamientos intrusos.
- Practique siempre con los ojos cerrados, manteniendo la quietud corporal y concentrándose. Cuando el estado de quietud sea total su conciencia le permitirá explorar otras dimensiones y eventualmente sentir que se reabsorbe en el universo y se libera temporalmente de su cuerpo, mente y emociones. Si ese momento llega habrá tenido una vivencia oceánica muy reconfortante y vivificadora.
Soportes para la meditación:
- Los ejercicios sencillos de concentración (sobre una figura, objeto, color, etcétera) son los mejores al principio porque aunque parezcan aburridos enseñan a la mente a disciplinarse. Cualquier soporte es apto, las figuras geométricas son especialmente útiles, pero también sirven flores o animales, un rostro o un simple punto luminoso (una estrella que brilla en el cielo, la llama de una candela). La concentración sobre la luz blanca es ideal para favorecer el encuentro supremo con la divinidad, pero si tiene dificultad al principio pruebe antes y durante un tiempo con alguno de los soportes indicados.
OBJETIVO SUPREMO: LA ILUMINACIÓNLa denominada experiencia de iluminación o conciencia de unidad cósmica ha sido descrita por los místicos de todas las épocas con diferentes nombres. Hace miles de años, por ejemplo, que el filósofo hindú Patanjali escribió en los célebres Aforismos del Yoga, que el objetivo de la meditación y de la vida es la obtención de esa experiencia de conciencia unificada o conciencia pura, denominada "samadhi" o "moksha". En el Zen se le llama "satori", "kensho" o "nirvana"; en el taoísmo, "el Tao Absoluto"; en el Sufismo, "Fana"; los católicos hablan de la "Unión mística"; los cuáqueros de la "Luz interior"... Sin embargo, el contenido de todas ellas es básicamente el mismo: un estado de iluminación o expansión de la conciencia que devuelve al meditador a la unidad originaria perdida.
En muchos periodos históricos se ha buscado el éxtasis deliberadamente: las prolongadas danzas de los derviches en los países musulmanes producen un estado extático parecido al trance. Las prácticas ascéticas se efectúan con la misma intención: tantos los chamanes de las tribus indias americanas como los flagelantes del medievo, los faquires hindúes, los esquimales o los religiosos católicos han llevado a límites extremos la práctica del ayuno, la soledad y el dolor físico auto-inflingido. Por otra parte, drogas naturales como el peyote, la marihuana, la ayahuasca, la datura, etcétera en unión del alcohol han sido utilizadas en muchas partes del planeta en conexión con rituales religiosos para inducir estados extáticos de trance. En el culto a Dionisios en la antigua Grecia los ritos orgiásticos eran fundamentales, ya que esta deidad no era sólo un dios de la fertilidad sino también del vino, el éxtasis y la iluminación. La forma más elevada de iluminación, no obstante, se obtiene practicando técnicas de meditación (ver recuadro). Según los budistas cuando dicho estado se alcanza la mente del practicante deja de existir como mente finita y es absorbida por la mente infinita que permea todo.
EJERCICIO TÁNTRICO PARA DESPERTAR LA CONCIENCIA
Al realizar esta meditación se purifica todo el cuerpo y se exaltan los sentidos. Esta visualización surge del vacío y regresa al vacío; sin embargo, realmente está llena de la experiencia consciente del ser bienaventurado. -Encuentre un lugar tranquilo y siéntese cómodamente (ver recuadro técnica de meditación para más detalles).
- Visualice rayos de luz surgiendo dentro de su corazón. Estos rayos atraviesan su cuerpo y alcanzan el espacio exterior iluminando todo a su paso.
- Haga regresar los rayos reuniéndolos de nuevo en su corazón con la ayuda de respiraciones profundas.
- Pida a la divinidad que le ayude al despertar interior e imagínese un disco rojiblanco en la conjunción de los nervios del chakra del corazón. Imagine que en él hay un punto de luz del tamaño de una diminuta semilla y fije atentamente su mente en él. Regule la respiración. Mantenga firme su mente y siéntase bienaventurado. Traslade la imaginación a los otros órganos de los sentidos.
- Imagine dos puntos blancos muy finos y brillantes dentro de las pupilas de los ojos. Ciérrelos imaginando que los puntos están ahí. Cuando la mente se acostumbre a ellos, centre la atención en objetos diferentes sin dejar de mantener los puntos de luz frente a la mente. Con la práctica, los puntos se harán cada vez más brillantes. Cuando haya conseguido estabilizarlos llévelos a su corazón e imagine cómo este aumenta su brillo y claridad. Luego, traslade su imaginación a los oídos.
- Imagine un punto azul muy fino en cada oído y medite en ellos. Cuando haya conseguido fijar la mente en ellos, vaya a un lugar donde haya ruidos sin dejar de mantener la mente fija en los dos finos puntos azules. Con la práctica, los puntos se harán más vívidos y no importará lo que oiga. Cuando consiga hacer bien este ejercicio, lleve los puntos hacia dentro y céntrelos en el chakra del corazón. Seguidamente centre su atención en la lengua.
- Imagine un punto rojo muy fino en la raíz de la lengua y medite en él. Concentre la mente en el punto rojo y cuando se estabilice la visualización, pruebe algunos sabores distintos. Pruebe lo que pruebe, mantenga la mente centrada en el punto a fin de que este se haga más brillante. Cuando logre estabilizarlo llévelo al chakra del corazón.
- Traslade la imaginación al cuerpo y centre la atención en un punto verde muy fino situado en la región sexual, entre el ano y el órgano sexual. Fije la mente en él sin tocar nada. Cuando la mente se haya concentrado en el punto verde, toque diferentes cosas, manteniendo la mente cerrada a fin de que el punto se haga más brillante. Tras conseguir visualizar un brillo muy vivo, estabilice la concentración y lleve el punto al chakra del corazón.
- Mezcle los puntos brillantes de diferentes colores dentro del chakra del corazón e imagine que se disuelven entre sí y, finalmente, se convierten en nada. Luego, emergiendo del estado de tranquilidad profunda, imagine que los puntos de colores surgen simultánea y espontáneamente extendiéndose y llegando a los órganos de los sentidos.
Publicado en Año Cero, nº 142, mayo 2002, páginas 18-26
Que anécdotas tan hermosas, tu si que has sabido elegir como todos.
ResponderEliminarBesos :) Te leo :)