No hace falta fijarse mucho para darse cuenta de que usted, señor Solbes, tiene un rostro “pequeño” dentro de uno “grande”. Su marco facial óseo tan contundente recoge bien “enmarcaditos” a sus ojos, nariz y boca, que se pierden entre los pliegues de la barba y la apenas perceptible montura de sus gafas. Si no fuera por sus orejas grandes y carnosas, todos sus receptores sensoriales serían espléndido modelo de concentración. Mientras a las orejas bien pegadas al cráneo no les importa depender del entorno prestando atención a cuanto haga falta, los otros receptores van a lo suyo, están muy ocupados con infinidad de asuntos y listados de cuentas sin fin, no les gusta que les distraigan.
Cuánto les hace arrimar el hombro al mando de sus cejas circunflejas tan inquietas y curiosas. Sus ojos pequeños de mirada penetrante y concentrada se encargan de seleccionar con precisión, apreciar los detalles sin que ninguno se escape; se pasan el día analizando y controlando rigurosamente bien centrados sobre objetivos concretos. Cuando se ponen a hacer algo lo hacen a fondo, vigilan y estructuran con paciencia y método, con orden y concierto, siempre serios y organizados. Su boca de piñón remata lo anterior con un espíritu crítico muy fino, gusto por la ejecución bien hecha y sutileza en los gustos.
Si la zona media de su rostro fuera más abierta y expansiva su nariz podría echarle una mano en asuntos del corazón, pero también ella participa de ese empeño suyo por implicarse lo justo en los intercambios, le sale más rentable dominarse. “First things first”, o sea, “lo primero es lo primero”. Así que su vida sentimental no corre peligro. Siempre solo ante el peligro, a lo Gary Cooper, a ver quién se atreve a desviarle de sus metas. No sirve de mucho que la dilatación de su marco le empuje a los contactos. Ya veíamos: sus receptores pequeños y cerrados los dificultan. Son demasiados selectivos, nunca están conformes, toman decisiones sin contar con nadie acostumbrados como están a actuar por su cuenta y riesgo. Menos mal que el modelado medianamente carnoso de sus mejillas a veces se rebela y suaviza los contactos regalando alguna sonrisa que otra, acercándole un poco al mundo, ayudándole a parecer un poco más simpático…
Sea como fuere, controla divinamente sus sentimientos en público y donde haga falta. Con receptores sensoriales como los suyos da gusto funcionar: no les gusta delegar, les encanta hacerlo todo ellos solitos. A poco que se descuide, con ese dominio del nivel cerebral y la fuerza de su marco facial, ancho, suficientemente tónico y anclado en lo real, habrá creado algún sistema, un nuevo modelo a imitar. Qué pena que falte fantasía y haya tanta obsesión por lo práctico… Intransigentes y severos, estoicos y rigurosos, muy concentrados, sus receptores sensoriales son capaces de hacerle renunciar a lo que haga falta menos a bregar y bregar.
La morfopsicología es un método de análisis facial que concibe el estudio del rostro de forma global sin conceder valores absolutos a rasgos aislados. Se apoya en la observación de leyes biológicas que describen cómo los organismos se adaptan al entorno.
Publicado en Ausbanc, (nº 169, julio 2004, página 104).
© Isabela Herranz
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