viernes, 22 de octubre de 2010

SINESTESIA, ¿UNA AFECCIÓN NEUROLÓGICA O UN DON EXCEPCIONAL?



En tiempos pasados, la sinestesia se consideraba una señal inequívoca de esquizofrenia o, por el contrario, un don sobrenatural, sin embargo la investigación reciente apunta en otra dirección. ¿Qué clase de fenómeno es? ¿De qué forma influye en la vida de quienes la experimentan?

“Experimenté sinestesia durante un viaje de ácido. Podía sentir el sabor del vinagre en los ojos. Tuve problemas para explicarlo, pero ¡era un sabor tan real como si lo estuviera paladeando con la lengua!”. Este testimonio no difiere en esencia de otros aportados por personas que también han tomado LSD o mezcalina aunque muchos de ellos, en vez de paladear sabores con los ojos son los sonidos de la música o los olores los que les evocan colores.
Sin embargo, hay personas que no necesitan encontrarse bajo el efecto de drogas como las citadas para experimentar sensaciones similares: simplemente les pasa, no hacen nada para que les suceda. Ven colores cuando paladean ciertos alimentos, escuchan notas musicales, tienen orgasmos o tocan algo, entre otras sensaciones raras y desconocidas por la mayoría de la gente (ver recuadro).
Se trata de sujetos que son “naturalmente” sinestésicos, es decir, están afectados de sinestesia, del griego syn, junto, y aisthesis, sensación. Hasta hace sólo unas décadas se consideraba algo anómalo y se sabía poco al respecto, según comenta Oliver Sacks: “Hace veinte años, la sinestesia –unión automática de dos o más sentidos- era considerada por los científicos (y eso cuando se la tenía en cuenta) como una curiosidad rara. Ahora debemos considerarla como una parte esencial y fascinante de la experiencia humana”.
Efectivamente, los sinestésicos viven, por así decir, en una realidad diferente donde los sentidos “funcionan” de otra manera. ¿En qué se distinguen de los demás? ¿Por qué ellos ven o sienten cosas que no percibe todo el mundo?

¿UN RASGO EVOLUTIVO?
Desde un punto de vista neurológico la sinestesia se caracteriza por un elevado número de conexiones entre dos zonas de la corteza sensorial del cerebro, de modo que al menos dos sentidos resultan inseparables.
En 1880, Sir Francis Galton publicó en la revista Nature un artículo sobre este fenómeno, aunque la repercusión del mismo fuera escasa entonces. Los que aseguraban ver auras, olores y sonidos, o bien oler la música o saborear formas eran considerados dementes. Quizá por ello muchos preferían silenciar sus experiencias, mientras que otros muy dotados simplemente canalizaban sus habilidades por la vía del arte a sabiendas de que eran “diferentes” del resto de los mortales.
En la actualidad, la ciencia ha avanzado mucho en este campo, en gran medida gracias al impulso de científicos que son sinestésicos y han podido “investigar” partiendo de sus propias percepciones.
Para estos científicos, lo importante ahora no es constatar la existencia de un fenómeno que está definitivamente establecido, sino las implicaciones que tiene para comprender la organización y las funciones del cerebro humano: “Hace unos cuatro años, nosotros y otros investigadores empezamos a desvelar los procesos cerebrales implicados en la sinestesia. En el camino también descubrimos nuevas pistas para algunos de los aspectos más misteriosos de la mente humana, como el nacimiento del pensamiento abstracto, las metáforas y quizás incluso el lenguaje”, explicaban los neurólogos Vilayanur S. Ramachandran y Edward M. Hubbard en un trascendente artículo publicado en el Scientific American en 2005. Desde entonces, éstos y otros muchos neurólogos no han dejado de hacer nuevas aportaciones. Tras varias décadas de trabajo, Richard Cytowic y David Eagleman han conseguido atraer la atención del fenómeno a la comunidad de neurocientíficos. El trabajo de Cytowic, en concreto, ha cambiado la forma en que los especialistas estudiaban el funcionamiento del cerebro y, según apunta Sacks, su reciente libro El miércoles es azul índigo: descubriendo el cerebro de la sinestesia (2009) es una guía imprescindible para todo aquel interesado en cómo percibimos el mundo. En el momento de escribir estas líneas dicho libro no está publicado todavía en español.
En 1989, este pionero en los estudios neurofisiológicos en sujetos sinestésicos publicó un primer texto fundamental - Sinestesia: una unión de los sentidos-. El trabajo de Cytowic también fue el primero en predecir algo que los avances en los registros electrofisiológicos y la tomografía por emisión de positrones han permitido confirmar: la activación simultánea o coactivación de dos o más zonas sensoriales de la corteza cerebral en los sinestésicos. En 1993, con su libro El hombre que paladeaba las formas, Cytowic ayudó a legitimar la sinestesia como una afección neurológica y confirmó que existe un componente genético. No en vano, su último libro ha sido prologado por el sinestésico Dimitri Nabokov, hijo del conocido escritor Vladimir Nabokov, que también lo era y del cual ofrecemos algunos testimonios más adelante.
Sin embargo, no se han desvelado todavía todas las incógnitas. El hecho de que sea algo “heredado” no significa que no pueda desarrollarse. Los experimentos efectuados por el investigador sinestésico Julian Asher y su equipo de la universidad de Oxford han mostrado que probablemente ambas cosas son posibles: tomaron muestras genéticas de 121 individuos que padecían sinestesia auditivo-visual y comprobaron la existencia de cuatro zonas cromosómicas con variaciones genéticas relacionadas con la alteración. Sin embargo, la confirmación de una predisposición genética para el desarrollo de la sinestesia, no excluye la posibilidad de que la gente normal pueda desarrollarla con un entrenamiento adecuado. Experimentos con hipnosis llevados a cabo por Roi Cohen Kadosh y sus colegas del Imperial College de Londres han mostrado que la hipnosis permite reactivar las conexiones que habrían sido suprimidas por el cerebro en los sujetos que no son sinestésicos. Por su parte, Julia Simner, de la universidad de Edinburgo (UK), ha conseguido confirmar que la sinestesia no siempre es el resultado de conexiones neurales fijadas antes del nacimiento. Estudió a 616 niños normales de entre 6 y 7 años de edad y, tras un año de entrenamiento, ocho de ellos se convirtieron en sinestésicos del tipo grafema-color. Estos niños fueron asociando gradualmente letras con colores y, al final de dicho periodo, mostraron que la habilidad se desarrollaba con el tiempo.
El hecho de que los genes responsables por el incremento de la sensorialidad en los sinestésicos puedan estar también presentes en los no sinestésicos tiene muchas implicaciones. ¿Deberíamos enseñar a los niños normales a desarrollar capacidades sinestésicas? ¿Supondría eso un hándicap o se trata por el contrario de un rasgo favorable?
Richard Cytowic ha discutido ampliamente sobre el propósito evolutivo de la sinestesia y llegado a plantear hasta qué punto es la sinestesia un producto adaptativo de la selección natural o es una especie de spandrel, es decir, un producto derivado de la adaptación. Al parecer, la estrecha relación entre sinestesia y creatividad sugiere que se trata de esto último.

UN DON EXCEPCIONAL
Sin duda, los sinestésicos tienen experiencias que pueden resultar profundamente extrañas a las personas que no lo son y, dado que se trata de algo que hasta poco se creía que sólo afectaba a una persona entre 2.000, muchas personas consideran que se trata de un trastorno. No obstante, según se ha apuntado antes, no parece que lo sea o, al menos que sea necesariamente algo negativo. Para la mayoría de los afectados, por así llamarlos, la sinestesia funciona como un don que enriquece su experiencia del mundo.
Veamos, por ejemplo, la experiencia que aportaba Vladimir Nabokov en su autobiografía Speak, Memory: ”Resulta inexacto decir que uno ‘sufre’ de sinestesia. La verdad es que se trata de algo que se agradece tener. Cuando era adolescente, padecí un periodo de depresión y una de las cosas peores que experimenté fue que todos mis colores adquirieron el tinte grisáceo del cartón mojado. Sabía que estaba mejor cuando todo recuperaba un brillo total de Technicolor. El único inconveniente es que, cuando alguien está hablando, es fácil distraerse con los colores de sus frases”.
En relación con el talento creativo de pintores, poetas y novelistas, los estudios sobre la base neurológica de la sinestesia de Ramachandran y Hubbard han arrojado mucha luz, ya que la sinestesia es mucho más frecuente en gente creativa que en la población general: “Además de clarificar por qué los artistas podrían ser propensos a experimentar sinestesia, nuestra investigación sugiere que todos tenemos alguna capacidad para ella y que este rasgo podría ser la base para la evolución de la abstracción, una habilidad en la que los humanos sobresalen”.
Según apuntan los científicos, parece que los sinestésicos suelen “disfrutar” de su don más que abominar de él, pero otra cosa muy distinta es la interpretación que ellos o sus allegados hacen de la experiencia. Silvia Mombrú, madre de un sinestésico, nos cuenta una experiencia de un hijo suyo y se interroga perpleja sobre qué pudo producirla: “Mi hijo toca el órgano eléctrico en una iglesia y el domingo pasado sintió un fuerte olor a mirra mientras ejecutaba los himnos para la congregación. Ese perfume le ha provocado un estado de felicidad y de paz muy grandes que han perdurado en él. Yo he oído algo acerca de que hay presencias espirituales que exhalan perfumes. ¿Podría ser este caso algo relacionado con eso?”.
Este testimonio hace pensar que se trata de un caso de sinestesia, pero ¿lo es? Por lo que cuenta la señora Mombrú a continuación parece que un fenómeno similar lo había experimentado otro miembro de la familia: “Tenía un tío veterinario y cuando estaba vacunando cerdos, en medio de la porqueriza, sentía un perfume a flores que lo invadía por completo y le daba alegría. Yo no sé si eso era sinestesia, pero mi tío se sentía feliz cuando le pasaba. Parecería que hay mucho más de lo que sospechamos en cuanto a fenómenos ‘extrasensoriales’ o no sé cómo llamarlos”.
Ahora sabemos cómo llamar a estas experiencias y otras similares. Se trata de sinestesia, no le demos más vueltas. Y no se trata de ningún trastorno.
El investigador sinestésico Sean A. Day (ver entrevista en este mismo número de Más Allá), se muestra muy crítico en este sentido y apunta que la “Asociación Americana de Psiquiatría reconoce que la sinestesia congénita no es ningún ‘trastorno’ y que, por tanto, no precisa ni ‘cura’ ni ‘tratamiento’. La misma postura ha sido adoptada por la Asociación Médica Americana y por diversas asociaciones de sinestesia como la inglesa y la americana que presido, y también por las correspondientes asociaciones de sinestesia en España, Alemania, Italia, China y Rusia”.
Por su parte, Jamie Ward, del departamento de Psicología en el University College London, ha investigado el conocido fenómeno de ver auras y ha concluido que las personas que afirman tener dicha habilidad –para muchos considerada como un pretendido “don mágico”- es porque son sinestésicas: no es que los colores que ven sean energías invisibles que emanan de las personas, sino que estas son creadas en el cerebro del que mira. En Más Allá de la Ciencia nos hicimos eco de algunos de estos descubrimientos en diversas ocasiones. Otra aportación reciente ha sido, por ejemplo, la de Melissa Saenz, bióloga del Instituto de Tecnología de California en Pasadena, que en 2008 identificó una rara forma de sinestesia que permite a algunas personas, normales en todo lo demás, “escuchar” sonidos cuando “ven” flases visuales o movimiento visual: “Esto confirma una forma hasta ahora sin describir de sinestesia. Los sinestésicos del tipo escucha-movimiento respondieron mucho mejor que los sujetos de control a la hora de identificar esquemas rítmicos de flases visuales que eran similares a señales visuales del código Morse. Tenían una ventaja: no sólo los veían sino que también escuchaban los esquemas visuales. Esta variedad de sinestesia podría ser útil para estudiar cómo los sistemas de procesamiento visual y auditivo interactúan en el cerebro”, explica Saenz.
La nueva forma de sinestesia descubierta por esta doctora es una más de las sesenta y tantas detectadas en los últimos años (ver recuadro). ¿Quedarán muchas variantes todavía por descubrir? Acaso no haya muchas más, en cambio ahora se tiene la impresión de que hay muchas más personas sinestésicas de las que parecía haber… Algunos científicos hablan ya de dos por cada mil; otros hablan de una cada cien... En los foros de Internet sobre sinestesia hay numerosos casos que atestiguan la existencia de cientos de sinestésicos en todo el mundo. Poderse comunicar a través de la red no sólo permite ahora a estas personas intercambiar experiencias, sino participar en estudios científicos como los que los profesores Juan Lupiáñez y Alicia Callejas están llevando a cabo en la universidad de Granada en el departamento de Psicología Experimental. Así lo explica Juan Lupiáñez: ”En nuestro laboratorio estamos estudiando una característica de la sinestesia poco atendida por la comunidad científica: las reacciones afectivas asociadas a las percepciones sinestésicas. Tras una serie de estudios sobre comportamiento hemos demostrado que dichas reacciones son automáticas, difíciles de ignorar y suficientemente potentes como para influir en la conducta de la persona que la experimenta”.
Sin duda, investigaciones como estas y otras muchas que se están realizando en diversas universidades del mundo contribuirán a comprender mejor el intrigante funcionamiento de la mente humana: “El estudio de la sinestesia es muy interesante, tanto desde una perspectiva psicológica como neurocientífica, no sólo como fenómeno interesante en sí mismo, sino como una puerta por la que adentrarnos en el estudio de la percepción, la conciencia, y en la base neural de esos procesos”, concluye Lupiáñez. En definitiva, aunque muchos no lo sepan, todos somos sinestésicos hasta un punto.

MÁS INFORMACIÓN:
Facultad de Psicología (Universidad de Granada)
http://www.ugr.es/~sinestes/ Teléfono: 958 240663
http://home.comcast.net/~sean.day/Synesthesia.htm (Sean A. Day, American Synaesthesia Association).

http://cytowic.net/ (Richard Cytowic).

La arpista que escandalizó al Papa en la Capilla Sixtina, de Juan Ignacio Benítez. Ed. Abecedario. Es la primera novela en español que trata el tema de la sinestesia.

¿EN QUÉ SE DIFERENCIAN LOS SINESTÉSICOS?
A pesar de las numerosas variedades de sinestesia que los científicos han descrito, son muchos los rasgos comunes que existen entre sinestésicos. Estos son algunos de ellos:
-Poseen un elevado coeficiente intelectual, así como inteligencia emocional. No en vano, la sinestesia es “emocional”: los sinestésicos no fantasean, están seguros de que sus percepciones son reales y duraderas.
-Son menos vulnerables a las enfermedades mentales que el resto de la población.
-Cada sinestésico nace con su propia “paleta de colores”, pero una vez se ha establecido en la infancia permanece fija el resto de la vida. Este es un rasgo que comparten todos los sinestésicos.
-La sinestesia es más frecuente en mujeres y en personas zurdas que en hombres en general.
-Es un rasgo heredado. Tanto el padre como la madre puede transmitirla a sus hijos de diferente sexo. Hay familias donde se da un sinestésico cada cuatro generaciones y otras que tienen cuatro de cinco descendientes en la misma generación.
-Tienen una memoria superior a lo normal y suelen atribuir esta habilidad al hecho de tener sensaciones paralelas. Destacan sobre todo en la localización espacial de objetos. Por el contrario, muchos son mediocres en matemáticas y navegación espacial.
-Algunos tienen propensión a experimentar clarividencia, sueños premonitorios, sueños lúcidos y sensaciones de dejà vu.
-Las relaciones sinestésicas suelen ser unidireccionales, es decir, un sonido puede inducir la sensación del tacto en un sinestésico, pero el tacto nunca le inducirá una percepción auditiva.

VARIEDADES DE SINESTESIA
La sinestesia tiene lugar cuando la estimulación de un sentido produce una respuesta en uno o más de los otros sentidos. Esta reacción puede adoptar múltiples formas, de hecho, los científicos han constatado hasta ahora al menos 63 tipos de sinestesia, pero se están descubriendo nuevas formas continuamente. Lo más habitual es que los sinestésicos experimenten simultáneamente olores con sonidos o saboreen formas y vean colores alrededor de las personas, las palabras o las cosas. Hay otros que ven colores cuando sienten dolor o escuchan sonidos que evocan tacto. Seguidamente se detallan algunas variedades de sinestesia, unas más raras que otras. Cada una de ellas “evoca” algo diferente:
-Emociones que evocan olores, dolores, sabores o colores.
-Números y letras, dolores, sabores, sonidos hablados, notas y sonidos musicales, olores, unidades de tiempo, personalidades, orgasmos o temperaturas que evocan colores.
-Sonidos o visiones que evocan sabores.
-Sonidos que evocan tacto.
-Contactos que evocan color, olor o sabor.
-Visiones que evocan temperaturas, olores, sonidos, contactos o movimiento.

SINESTÉSICOS FAMOSOS
El hecho de que el fenómeno de la sinestesia interesara en tiempos pasados a numerosos científicos, desde Aristóteles hasta Isaac Newton pasando por Pitágoras, hace pensar que acaso ellos tenían esta cualidad. Sin embargo, quizás ha sido en el campo de las artes donde se encuentren más sinestésicos. Algunos escritores y poetas del siglo XIX recogieron en sus obras descripciones que daban esa impresión, aunque algunos quizá sólo intentaban transmitir la experiencia sin haberla experimentado de primera mano. Probablemente fueron sinestésicos Coleridge, De Quincey, Baudelaire y Rimbaud, pero también es cierto que consumían drogas que propiciaban percepciones sinestésicas. Baudelaire en concreto introdujo la idea de que es posible que los sentidos se intercambien entre sí tras haber participado en un experimento con hachís dirigido por un psiquiatra.
Entre los artistas contemporáneos existe más certeza sobre la autenticidad de la experiencia, ya que muchos artistas lo pretenden pero no lo son. Vladimir Nabokov sí lo era y tenía plena conciencia de ello: “Cuando le hablo a alguien de mi sinestesia, tienden a sospechar que me lo estoy inventando. Esto hace que quieran ponerme a prueba repetidamente para comprobar si los colores que veo cambian. Naturalmente no lo hacen: para mí, por ejemplo, una H es siempre de color rojizo anaranjado, mientras que la L adopta el mismo tono que la leche en un tazón de cereales”.
También Franz Listz era un sinestésico auténtico. Durante un ensayo en Weimar en 1842 sorprendió a la orquesta cuando exclamó: “Por favor, caballeros, ¡un poco más azul. ¡Este tono lo precisa! Y también: “Este es un violeta profundo, por favor, ¡no lo olviden! ¡No tan rosado!”. Al principio, creyeron que el compositor bromeaba, pero luego se acostumbraron al hecho de que viera colores donde sólo había tonos. Las artes plásticas se han visto igualmente enriquecidas con las obras de artistas sinestésicos. Wassily Kandinsky combinaba vista, oído, tacto y olfato en sus cuadros. 

                 Publicado en Más Allá, nº 253, marzo 2010, páginas 58-63. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario