domingo, 10 de octubre de 2010

ENTREVISTA A BERTRAND MÉHEUST: DE TABÚ EN TABÚ

En los años setenta Bertrand Méheust aportó un nuevo método para abordar e interpretar las abducciones. Veinte años después sorprende con una original tesis doctoral sobre un tema tabú: el de la existencia sine qua non de los fenómenos del sonambulismo magnético.

No es fácil precisar cuándo ni por qué empezó Bertrand Méheust a interesarse por la fenomenología paranormal. Tal vez le inspirara el espíritu de Juana de Arco, que según le contaron de niño atravesó descalza el riachuelo de su aldea -Mézilles- cuando iba de camino a Orléans para encontrarse con el rey. En esa aldea cercana a la región del Morvan, centro de la resistencia francesa frente a los nazis durante la Segunda Guerra, Bertrand Méheust pasó buena parte de su juventud bordeando la marginación al empeñarse en investigar las abducciones extraterrestres. A este campo contribuyó a finales de los años setenta y mediados de los ochenta con dos libros memorables e innovadores que nunca se tradujeron al español y al inglés (ver bibliografía), y por ello aún hoy siguen sin figurar en muchas enciclopedias angloamericanas dedicadas al fenómeno ovni.

En su doble vertiente de historiador y etnólogo Méheust sugería que las abducciones no eran otra cosa que la actualización de los mitos y el folklore primitivos adaptados a la mentalidad de nuestro tiempo. Su tesis -defendida con abundantes pruebas- no ha perdido vigencia a pesar del tiempo transcurrido, pero entonces le supuso la exclusión del mundo universitario francés, que se negó a admitirle entre sus miembros con semejante curriculum.

Desde que publicó su segundo libro en 1985 se ha dedicado fundamentalmente a otro asunto si cabe aún más marginal y polémico: el del "magnetismo animal" conocido también como "mesmerismo". Ahora, en el silencio de su abigarrado despacho Méheust prepara una nueva obra gracias a la beca que le ha concedido el Centre National des Lettres (CNL), un organismo estatal que subvenciona la creación de libros con escasas pero muy prestigiosas becas. Con esta ayuda económica Méhuest investiga sobre Alexis Didier, un sonámbulo del siglo XIX cuyas dotes psíquicas se manifestaron de la forma más pura y sorprendente. De este personaje excepcional, de los extraños fenómenos del sonambulismo magnético y -breve pero ineludiblemente- de los extraterretres, Méheust habla para Más Allá en esta entrevista. Cuando parecían haber quedado muy atrás los tiempos de la dorada bohemia "ovni", Méheust acaba de publicar otro libro de ufología: Retour sur l"anomalie belge (1989-1992)".


¿Sigue todavía interesado por los ovnis?

Realmente no. Me han interesado tanto en el pasado que ahora me resulta difícil decir que ya no me interesan. Digamos que los sigo desde muy lejos. Esto se debe fundamentalmente a que lo que hoy se entiende por ovnis no tiene nada que ver con la idea que se tenía de ellos hacia 1967 cuando comenzaron a interesarme. En aquel entonces eran una realidad misteriosa que visitaba el cielo y a veces se posaba en tierra; íbamos al campo a entrevistar a los campesinos que los hubiesen visto. En cambio ahora se han convertido en una realidad más o menos virtual. Internet ha borrado las fronteras entre nuestra realidad y aquella de la que se suponía que venían los ovnis. En la actualidad, los ovnis están en Internet y no es posible distinguir entre las mitologías de pacotilla recogidas y difundidas por la red y la realidad de los ovnis. Además las personas que ahora se interesan por los ovnis no tienen ni idea de cómo establecer una diferencia. Así que mi interés por los ovnis se ha esfumado de repente. En esto ha tenido mucha culpa la ufología americana que ha acabado con todo.

¿Cuáles son sus conclusiones sobre la oleada belga?

Me ha interesado la oleada belga porque se trata de una oleada "real" y no una oleada Internet. Estos ovnis se han visto en el cielo o cerca del suelo. Cuando se analizan todas las hipótesis racionales posibles se llega a la conclusión inevitable de que hay algo incomprensible en esta oleada que hace imposible su identificación. Estoy satisfecho con el libro que acabo de publicar. Lo esencial lo escribí hace cinco años y el paso del tiempo ha confirmado todas las tesis que defendí entonces. Esencialmente afirmaba en mi texto de 1994 que las dos hipótesis principales eran insostenibles. La primera se refería a prototipos norteamericanos experimentales. Me parece inconcebible que pruebas que suponen la utilización de aparatos de alto secreto tecnológico pudieran experimentarse durante dos años en Bélgica sin que las autoridades belgas estuvieran informadas a alto nivel. Considero que tales pruebas (a juzgar por los testimonios recogidos) son absurdas desde el punto de vista logístico y diplomático. En cuanto a la segunda hipótesis relativa a los aerostatos teledirigidos creo que todas las pistas sugeridas procedían de rumores y que es imposible para un inventor particular realizar estas pruebas sin ser detenido a los pocos días. El tiempo ha validado mis tesis porque cinco años después no existe la menor prueba que verifique estas dos hipótesis.

Y en cuanto a la hipótesis psicosociológica, ¿cuál es su opinión sobre la misma?

El estudio de los ovis (objetos volantes identificados) permite comprender mejor los procesos que llevan a la gente a ver ovnis donde realmente no hay nada especial que ver. En la inmensa mayoría de los casos no parece que estemos ante visiones o alucinaciones. Los estados visionarios y similares resultan sospechosos en los relatos de abducciones en los que el sujeto entra en un ovni. Estos estados se reconocen porque en ellos se dan determinados rasgos: los sujetos se implican afectivamente y sus visiones tienen repercusiones profundas en su vida. Por ejemplo, tras un primer rapto, los abducidos ven a sus raptores con regularidad. Por otra parte, presentan secuelas psicológicas y fisiológicas, sueños recurrentes, pesadillas, etcétera e incluso a veces, después de la abducción, descubren que tienen "poderes" como los chamanes. Ahora bien, en la oleada belga no hay nada de esto. Por otra parte, el estudio de los ovis muestra que en la inmensa mayoría de los casos las personas deforman poco los estímulos iniciales, pero los interpretan de forma a veces completamente errónea. Esto supone que ahí arriba existe fundamento, algo que interpretar que por su tamaño y estructura presenta una analogía con el ovni que creen ver, por ejemplo la luna, que puede interpretarse como una nave esférica luminosa. Sin embargo, como en Bélgica los testigos dicen haber visto sobrevolando sus casas enormes estructuras del tamaño de porta-aviones gigantes, parece difícil encontrar algo que pueda servir de apoyo a tales visiones dado que la única hipótesis posible sería la de un avión experimental norteamericano. Por motivos que ya he señalado, esta hipótesis no me parece que deba tenerse en cuenta. Estos testimonios me parecen incomprensibles ya que proceden en su mayoría de personas corrientes, sin antecedentes psicopatológicos. Desde luego el misterio no se ha aclarado todavía.

¿Qué piensa de la amenaza extraterrestre?

En mi opinión es algo completamente estúpido. Lo que pienso de los mitos tipo Roswell es lo mismo que Tim Burton piensa en Mars attack: son mitos americanos. Ahora bien desconozco si esa amenaza ha podido servir para encubrir los programas negros. La razón real de la difusión de algunos de estos mitos sigue sin explicarse.

Hablemos ahora de sonámbulos. ¿A qué hace referencia la expresión sonambulismo magnético? ¿Tiene alguna conexión con la hipnosis?

En estado sonambúlico, el paciente está libre de sus pensamientos, no depende totalmente de su magnetizador, es consciente, no está en estado letárgico sino que puede moverse y hablar. En cambio, el sujeto hipnotizado es una especie de autómata que no tiene consciencia de sí mismo. No debe emplearse el término hipnosis para designar el estado sonambúlico, el término trance es más adecuado. Esto es importante porque más tarde los discípulos de Charcot querrán rebajar el sonambulismo a la hipnosis tal y como la entendían, es decir, sin los fenómenos paranormales. Además el término hipnosis data de 1845.

¿Cuándo se descubrió el trance sonambúlico? ¿En qué se diferencia del sonambulismo "natural" o sonambulia?

Este estado fue descubierto casualmente en 1784 por el marqués de Puységur, quien entretenía su ocio magnetizando a la gente según los principios del mesmerismo. Un buen día sumió a un campesino en un estado de conciencia desconocido: además de hablar el francés sofisticado de los aristócratas -su lengua era el patois- era capaz de leer los pensamientos del marqués. Puységur consiguió reproducir este estado en muchas otras personas y por analogía con el sonambulismo natural, conocido desde la antigüedad, lo bautizó con el nombre de "sonambulismo magnético" o "artificial". Cuando un año después publicó un libro que recogía todos sus experimentos y observaciones el libro cayó como una bomba. Ahí comenzó una polémica que duró todo el siglo XIX y la cual describo en mi libro.

Actualmente apenas se recuerda la magnitud de esa polémica, pero tuvo una importante repercusión sociocultural, ya que la práctica del magnetismo gozaba de gran popularidad...

Era una corriente extremadamente fuerte entre la alta burguesía y la aristocracia. No se trataba de algo marginal como ocurre con la parapsicología en nuestros días. Los magnetizadores tenían partidarios entre los sabios, celebraban congresos y publicaban revistas y libros sobre la materia que llegaban al gran público. Muchos escritores se hicieron eco en sus novelas del movimiento magnético como Balzac en Ursule Mirouet. Pero algunos hechos del sonambulismo reivindicados por los magnetizadores chocaban frontalmente con la imagen del hombre elaborada por la filosofía de las luces, ya que sugerían la existencia de unas facultades cuyo funcionamiento se desconocía por completo. El mero hecho de que existieran representaba un desafío para la ciencia oficial. No olvidemos que la sociedad del siglo XIX, igual que la actual, estaba dominada por la ciencia y que los sabios solían adoptar posturas extremadamente partidistas. Aunque en 1831 se celebró un comité que llegó a la conclusión de que los fenómenos del sonambulismo magnético eran reales, los comités posteriores constituidos por adversarios del magnetismo se negaron a aceptarlos y afirmaron que eran cosa de prestidigitadores. La Academia de Medicina cerró en 1842 un capítulo de la historia de las ciencias que tan sólo había empezado a vislumbrarse.

Sin embargo, no puede decirse que los fenómenos del sonambulismo magnético fueran nuevos. ¿Acaso no presentan alguna conexión con los experimentados o producidos por los chamanes de muchas culturas ancestrales?

Sí, efectivamente, los fenómenos descritos hacia 1830 estaban muy próximos a los atribuidos a los chamanes. No constituyen ninguna novedad respecto a las capacidades innatas del hombre, pertenecen a un fondo psíquico inmemorial, arcaico. A los chamanes, por ejemplo, se les atribuye la capacidad de ver el interior de su cuerpo y a los sonámbulos también. Por eso muchos médicos de mediados del siglo XIX decidieron utilizar a estos sujetos para explorar el interior del cuerpo de sus pacientes. No olvidemos que esto ocurría antes de la invención de los rayos X, como si el misterio hubiera anticipado y anunciado la realidad tecnológica.

¿Podría explicar los fenómenos más recurrentes del magnetismo entre los sonámbulos?

Es preciso aclarar que estos fenómenos no se manifiestan en todo el mundo. Según el investigador Deleuze, aproximadamente una sola persona de cada 20 tiene estas facultades y sólo tras sesiones preparatorias muy prolongadas. Los sonámbulos mencionados en mi libro eran excepcionales ya que manifestaban incluso lo que se denomina transposición de los sentidos, es decir, eran capaces de ver o comprender con los dedos, la boca del estómago, los pies, el lóbulo de una oreja, la nuca... Algunos podían, a partir de un objeto, describir a la persona a la que éste había pertenecido, decir dónde se encontraba, diagnosticar sus enfermedades, ver sus pensamientos... Pero la facultad más misteriosa y controvertida de los sonámbulos consistía en la facultad de prevenir: algunos podían predecir sucesos futuros con total precisión.

¿Hasta qué punto es posible aceptar como hechos los sorprendentes poderes que a veces se manifiestan durante la crisis o trance sonambúlico? Si son poderes auténticos y no imaginarios, ¿no deberíamos modificar la idea que tenemos del hombre y sus facultades?

Personalmente estoy convencido de la autenticidad de los fenómenos producidos por los sonámbulos magnéticos, en especial por el más extraordinario del siglo XIX, Alexis Didier. El análisis de los fenómenos que provocaba demuestra de forma fehaciente que no eran falsos. Desgraciadamente ningún psicólogo o fisiólogo reputado pudo estudiarle oficialmente en su época. Fueron sobre todo escritores, sacerdotes, príncipes, diplomáticos, y magnetizadores, incluso magos prestidigitadores como Jean-Eugène Robert-Houdin, los que estudiaron y comprobaron sus facultades en condiciones controladas entre 1845 y 1855. Pero tales controles carecían de validez oficial porque la Academia había decidido suspender los trabajos sobre el magnetismo en general en 1842. Didier murió joven y tampoco pudo ser investigado por los sabios de la Society of Psychical Research (S.P.R.) en Londres, que intentaron seguir la vía abierta por Puységur y pretendieron objetivar fenómenos susceptibles de modificar la idea que el hombre de Occidente tenía de sí mismo. Emprendieron el estudio de los fenómenos mediúmnicos dejando de lado las creencias de los espiritistas, muy de moda entonces, pero así y todo muchos científicos actuales dedicados a investigar el cerebro desconocen esos trabajos porque su estudio no fue reconocido oficialmente en el siglo pasado. De todas formas en mi tesis no afirmo directamente la existencia de los fenómenos de la lucidez magnética, sino el inmenso interés de su estudio. Esto es importante porque en Francia, hoy como ayer, el mundo intelectual no sólo sigue negando su existencia, sino el interés de su existencia, sino el interés de estudiarlos.


SONAMBULISMO Y MEDIUMNIDAD

Más de diez años de intensa investigación -a duras penas compartida con la enseñanza de la filosofía en un instituto de Troyes-, le ha llevado a Méheust terminar este trabajo monumental en dos volúmenes. Su longitud -1.200 páginas- asusta a cualquier editor, de ahí que los intentos realizados hasta ahora tanto en el mercado editorial español como en el angloamericano hayan sido fallidos.

Los dos volúmenes de la obra de Méheust describen en detalle las investigaciones de los magnetizadores a partir de 1784 y seguidamente el contraataque racionalista que desembocó a mediados del siglo XIX en la supresión del magnetismo del campo de la ciencia oficial. Describe asimismo la reapropiación de la parte más admisible de los fenómenos del magnetismo por parte de Charcot y la escuela de la Salpêtrière, relegando a la sombra de la historia a los precursores magnetizadores, considerados desde entonces como torpes empiristas precientíficos.

El segundo tomo se centra en el nacimiento de las ciencias psíquicas en Francia e Inglaterra con la creación de la Society for Psychical Research en 1875 y la del Institut Métapsychique International de Paris en 1919, entre otros grupos fundados por científicos, médicos, filósofos, ingenieros... A lo largo de tan exhaustiva exposición, Méheust consigue demostrar que el "movimiento" del magnetismo animal fue un episodio trascendental en la historia de la cultura y que su prohibición y su falsa rehabilitación posterior como hipnosis representa un terrible ejemplo de la forma en que la ciencia oficial resuelve los asuntos en los que prefiere no involucrarse.

BIBLIOGRAFÍA:
  • Science-fiction et soucoupes volantes, une réalité mythico-physique, Mercure de France, 1978.
  • Soucoupes volantes et folklore, Mercure de France, París, 1985.
  • Somnambulismo et médiumnité (Volumen 1: Le défi du magnétisme volumen 2: Le choc des sciences psychiques); Éditions Synthélabo, Les Empêcheurs de Penser en Rond, 1999.
  • Retour sur l'anomalie belge: Perplexités et réflexions sur une vague de soucoupes volantes restée inexpliquée, 2000.
Publicado en Más Allá, (nº 135, mayo 2000, páginas 48-51).
© Isabela Herranz

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