El psicoanalista canadiense Guy Corneau pasó recientemente por Madrid para presentar su último libro, La sanación del corazón (Ediciones Luciérnaga, 2002). En el marco solemne del Palacio de Linares transmitió a los presentes un poderoso mensaje curativo inspirado por traumáticas experiencias que le llevaron al borde de la muerte. No se explora en vano el mundo de las sombras y Corneau es portador de mensajes muy profundos que a todos nos atañen.
Es autor de tres libros fundamentales traducidos a diez idiomas (Père manquant, fils manqué, 1989; L’Amour en guerre, 1996, y el citado de Luciérnaga), así como gran actor de teatro. Motivado por su pasión teatral y su bagaje como psicoanalista junguiano (se licenció en el Instituto Carl Gustav Jung de Zurich), en los últimos quince años ha organizado numerosos talleres de desarrollo personal en diversos lugares del mundo, incluidos el desierto y Egipto.
En 1997 fundó Productions Coeur.com donde ha proseguido desarrollando proyectos teatrales especiales (ver recuadro).
La extraordinaria vitalidad psíquica de Guy Corneau se refleja en su brillante y profunda mirada que inunda a los demás con partículas de luz que también irradian de su corazón. Sus claves para sanar los nuestros no son baladíes. Con la ayuda de hermosos y poderosos símbolos –como el del jinete al galope que recorre pueblos y ciudades preguntando a todo el mundo si han visto su caballo- nos cuenta cómo, tras mucho galopar, consiguió vislumbrar el suyo. “Yo he sido la imagen fiel de ese jinete durante la mayor parte de mi vida, y aún sigo pareciéndome a él muy a menudo”, dice.
La bajada a los infiernos le ayudó a comprender el sentido de las crisis y las pruebas que atravesamos. Ahora las comparte con nosotros en su nuevo libro y en esta entrevista exclusiva para los lectores de Más Allá.
Durante los ataques más intensos de colitis ulcerosa que casi le llevan a la muerte, usted optó por hacer un ayuno prolongado y durante ese proceso depurativo tuvo experiencias muy profundas. ¿Cuáles le impactaron más? ¿Por qué?
El séptimo día de ayuno, un cálido día de agosto en que me sentía morir tras un baño agotador en la piscina de la clínica, me encontré de pronto colisionando con una nube. Me eché a llorar al sentir una impresión de unidad con ella. Esta impresión se acentuó en los días siguientes con toda la naturaleza circundante, el viento, los truenos, la lluvia… Fue penetrado por la evidencia de que no había espíritu sin materia ni materia sin espíritu. Todo era uno. También sentí la presencia de un monje medieval, pero sobre todo “caí en Dios”. Tuve la impresión de haber estado toda mi vida empujando una muralla y de repente toda ella se derrumbaba. Comprendí, sin poder explicarlo, que lo único que me retenía en la vida era el amor y las oraciones de mis seres queridos y, de manera misteriosa, me sentí en comunicación con ellos. Sentí gran compasión y gratitud. Esos fueron mis primeros pasos en el camino del fulgor interior que proseguiría más tarde.
Usted afirma que la enfermedad puede ser una estrategia del cerebro para la supervivencia. ¿Diría que en su caso la enfermedad le salvó la vida?
Aunque resulté paradójico, así fue. Cuando un conflicto pone en peligro la integridad física y psíquica, surge la enfermedad. En mí tuvo una función iniciadora, estimuló mi transformación interior, me enseñó a vivir. Comprendí que llevaba veinte años sin escuchar mi corazón, que racionalizaba todo y me trataba a mí mismo como el peor de los tiranos. Yo era el único responsable de mi enfermedad, montado sobre ese caballo que andaba buscando. Descubrí cuántas convicciones insidiosas sobre mí mismo y la existencia minaban mi vida. Todo eso sufrió una metamorfosis. Modifiqué mis hábitos alimenticios, practiqué meditación y relajación, hice ejercicio físico y recuperé pronto la salud enriquecido con estas experiencias interiores y convencido de que el amor es la fuerza de cohesión que une el conjunto de fenómenos del universo. Esta transformación culminó en una “sanación del corazón”.
¿Por eso inició “redes de ayuda mutua” para hombres y mujeres? ¿En qué consisten dichas “redes”?
Efectivamente, he sido iniciador de la Réseau Hommes Québec (RHQ) y la Réseau Femmes Québec (RFQ) cuya fórmula se ha extendido a los países europeos de habla francesa. Se trata de grupos de discusión autodirigidos, con una estructura de acogida y manuales de ejercicios que yo mismo he creado junto con otros colegas. Los participantes reciben apoyo para romper su aislamiento afectivo o para superar sus dificultades de pareja, con sus familias o incluso para reinsertase socialmente cuando se trata de drogadictos y delincuentes. Es una tarea muy gratificante.
Usted recurre mucho a los símbolos para explicar los complejos procesos de la conciencia humana. ¿Por qué les concede tanto valor?
Los símbolos permiten tender puentes entre nuestra actitud consciente, lo que creemos ser, y lo invisible, aquello que desconocemos de nosotros mismos. Creemos que vivimos en un mundo visible pero no es así. ¿Quién ha visto alguna vez una sensación, un pensamiento, una emoción? Con su papel como mediadores los símbolos nos ayudan a sanar al facilitarnos la información necesaria para cambiar nuestra actitud, para tomar contacto con nuestra realidad. Uno de mis favoritos es el Grial, un símbolo transformador por excelencia. En 1997, dentro del marco de Productions Coeur, creé con un grupo de psicoterapeutas y actores el Proyecto Parsifal, un taller de expresión en el que cada participante debía sucumbir al poder de ese símbolo y dejar que surgiera lo desconocido en su interior. Al igual que el Rey Pescador, cuando sufrimos una adversidad, un accidente o una enfermedad no somos conscientes del porqué de tanto sufrimiento. Sin embargo, es precisamente el sufrimiento lo que nos obliga a reencontrarnos. Un símbolo como el cáliz vincula la sanación física con la apertura de corazón y nos “unifica” interiormente.
Desde ese punto de vista, la experiencia del sufrimiento es una bendición. Da la impresión de que lo considera deseable…
No, no, en absoluto. Pero es una ocasión para crecer y decuplicar la creatividad. Cuando se presenta hay que encontrarle sentido para que nuestras vivencias no resulten estériles. El dolor es una manifestación natural de desequilibrio que nos informa sobre nuestra forma de ser y funcionar en el mundo. Si somos capaces de despejar el espacio interior para aceptarlo y dialogar con él resultará benéfico, siempre que no sea tan insoportable que nos desorganice interiormente. Cada uno es libre de abrir los ojos o no. Pero creo que en el límite, cuando el sufrimiento se hace intolerable, no queda más remedio que abrirlos y decidir qué camino tomar. En cualquier caso, aliviarlo no impide que aprendamos de él ni que nos interroguemos sobre su origen. Sólo tomando conciencia de nuestras cadenas, podemos romperlas.
¿Podríamos decir lo mismo respecto a la naturaleza de las repeticiones? ¿Por qué hay personas que se empeñan en cometer los mismos errores especialmente en su vida amorosa?
No hay duda de que todo lo inconsciente se repite como si fuera un destino o un accidente; ya lo decía Freud. Pero Jung añadía que todo cuanto ha sido rechazado por la conciencia puede volver a presentarse en la vida. Las repeticiones son una oportunidad de vernos y reencontrar el nexo que nos divide. En este sentido el amor romántico nos ayuda a descubrirnos y superarnos si tomamos conciencia de las resonancias que despierta en nosotros, exploramos las asociaciones que suscita y observamos los sentimientos contradictorios que nos provoca. Hay que servirse de la relación como si fuera un espejo y estar a la escucha de aquello que se despierta en nosotros. Sólo así lo que estaba oculto en el inconsciente puede llegar a integrarse en la vida consciente abriéndonos el camino al conocimiento y poniendo fin a las repeticiones destructivas.
¿Por eso nos sentimos atraídos por personas capaces de despertar nuestros condicionamientos y complejos?
Así es. La misma fascinación que sentimos por un individuo ya significa que hay una posibilidad de aprendizaje para nosotros en esa relación. Cuanto más difícil sea más fácilmente tomaremos contacto con la sombra enfrentándonos a nuestras angustias, miedos, dependencias y egoísmos. Nos sirve para abrir las heridas inconscientes, hace aflorar los conflictos no resueltos, las necesidades que no han tenido respuesta. Cuanto más conflictivas sean más reveladoras resultarán. ¡Qué magníficos crisoles para trabajar con uno mismo! Tomar conciencia de nuestra capacidad para atraer hacia nosotros aquello que necesitamos para realizarnos es el primer paso para la transformación; nos abre el corazón, nos impulsa a amar, a existir dentro del amor.
¿Cómo podemos captar que vivimos lo que necesitamos comprender de nosotros mismos? ¿Cómo podemos, en definitiva, sanar el corazón?
Creo que la única enfermedad que nos afecta a los seres humanos reside en la convicción falsa de que estamos solos y aislados. De forma inconsciente solemos tener juicios negativos sobre nosotros mismos. Por ello, el principal instrumento para sanarnos es la actitud que adoptamos. Es precisa una escucha benévola, clemente y atenta que nos enseñe a aceptarnos, a amar y a comprender nuestras sombras en su esencia. Ese trabajo de limpieza interior es muy creativo, incrementa nuestra capacidad de crear una vida libre de miedos; va acompañada de un gozo difícilmente accesible cuando el corazón está sobrecargado de situaciones no resueltas. Es absolutamente necesario buscar la armonía con cada una de las relaciones importantes de nuestra vida. Para sanar el corazón hay que explorar las emociones vinculadas a nuestras relaciones, expresarlas y comprenderlas. La expansión mediante el ejercicio físico, la meditación, el canto, la pintura, el yoga, etcétera, estimulan ese desarrollo armónico, son elementos que favorecen el camino hacia la sanación del corazón que culmina en el reencuentro con una sensación de pertenencia a la humanidad y al universo y, al mismo tiempo, en un sentimiento de intimidad con nosotros mismos y con lo que nos brinda el destino. Ese reencuentro nos hace felices. Aporta tranquilidad interior, serenidad.
EXPRESIÓN CREADORA Y HUMANITARIA
La asociación Productions Coeur.com, fundada y dirigida por el psicoanalista Guy Corneau en 1997 reúne a artistas y terapeutas con la finalidad de impartir conferencias, seminarios y organizar encuentros que combinen la ayuda terapéutica con la expresión creativa dentro de una perspectiva de apertura del corazón. En el seno de Productions Coeur.com, Corneau ha desarrollado proyectos teatrales como el Parsifal, inspirado en la conquista del Grial, o Muerte y Renacimiento, sobre la leyenda egipcia de Isis y Osiris. En estas escenificaciones los participantes interpretan fragmentos de la leyenda con el propósito de expresar las emociones profundas que emergen en ellos conforme se desarrolla el juego teatral. Los terapeutas acompañan y les apoyan en dicha tarea, mientras que los actores les familiarizan con las técnicas creadoras. Se trata de prolongar el trabajo sobre los nudos emocionales y psíquicos mediante una expresión artística activa.
Los componentes de Cœur.com entienden la expresión creadora como el impulso que obliga y compromete a una persona a transformar su vida cotidiana y satisfacer sus aspiraciones más profundas. Ofrece, en definitiva, respuestas a la intensa búsqueda de sentido que desasosiega a muchas personas en muchos ámbitos de sus vidas.
La difusión de la obra de Guy Corneau en España ha permitido la creación de talleres y seminarios (en español). Más información en Ediciones Luciérnaga (teléfono 93 443 71 00).
Productions Coeur.com
Avenue du Monde, 90
B-1400 Nivelles
Bélgica
Teléfono y fax: +32(0)67 84 43 94
email: info@productionscoeur.com
Publicado en Más Allá, (nº 183, mayo 2004, páginas 90-94).
© Isabela Herranz
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