domingo, 10 de octubre de 2010

REIKI, ASÍ SON TODAS LAS ESCUELAS

Cada vez hay más maestros de Reiki por todo el mundo, pero mucha gente desconoce todavía en qué consiste y para qué sirve. ¿Se trata de una vía curativa tan potente y eficaz cuando no milagrosa como propugnan sus practicantes?

“El Reiki hizo el milagro. Charlotte está muy bien, ya gatea y han desaparecido los signos de leucemia. ¡Estamos tan agradecidos!”, así se expresaba Pia de Jong en un mensaje electrónico a la doctora en ciencias físicas y maestra de Reiki Beatriz Gato, tres meses y medio después de que esta la iniciara en dicha técnica para que intentara curar a su hija Charlotte Dijkgraaf. La pequeña contaba tan sólo cuatro meses y había sido desahuciada por los médicos holandeses por padecer desde su nacimiento una leucemia incurable. Sin embargo, la ansiada curación se produjo, según atestigua la madre de la criatura y la propia doctora Gato: “Su leucemia no tenía cura ya que todos los bebés con ese mismo tipo de leucemia murieron con el tratamiento médico habitual. Yo enseñé Reiki a la madre y a partir de entonces Pia daba Reiki a la niña todo lo que podía. A los cuatro meses la niña se había curado”.

Este tipo de curas tan espectaculares quizá no sean las más frecuentes entre las personas que reciben sesiones de Reiki, pero lo cierto es que todos los maestros tienen alguna historia “milagrosa” que contar. Carol Sabick de la Asociación de Servicio Reiki nos cuenta algunas de ellas: “Un enfermo con cáncer de pulmón vino a vernos porque un homeópata le había recomendado que recibiera Reiki. Había rechazado la quimioterapia y estaba en los huesos: tenía tres tumores bastante grandes que se observaban nítidamente en las radiografías. No comía nada porque había perdido el apetito. Le hicimos un maratón de Reiki de varios días trabajando en grupos de siete practicantes: 4 horas seguidas por la mañana y 3 por la tarde. A las 3 horas me preguntó si podía irse a casa ya porque le había entrado un hambre terrible. Seguimos con el tratamiento intensivo y empezó a mejorar rápidamente. Un broncoscopio confirmó dos meses después que no había señales del cáncer. Siete años más tarde sigue bien”.

Otro caso igualmente impresionante se refiere a un niño de 9 años tratado a distancia con Reiki: “Nunca llegamos a verle personalmente –explica Sabick-. Padecía una leucemia y estaba en el hospital bajo observación pero sin tratamiento porque le daban diez días de vida. Una tía suya llamaba a una amiga practicante de nuestro centro cada vez que el chico sufría una crisis y ella a su vez llamaba a unos cuantos practicantes más. Todos dejaban lo que estaban haciendo en ese momento para mandar Reiki al niño hasta que notaran que ya había pasado la crisis. Los primeros dos o tres días las crisis se repitieron unas cuatro o cinco veces, pero después llamaba menos veces. Al cabo de dos semanas el chico seguía vivo, sin padecer crisis y sintiéndose mucho mejor. Llamaron a un grupo de especialistas de Madrid para ver el caso, ya que era insólito porque no tenía restos de la leucemia. ¿Un diagnóstico equivocado? ¿Un milagro? Un día contando esta historia en una clase para que vieran que el Reiki puede ser una herramienta muy potente, una de las alumnas empezó a llorar y explicó que ella era la tía del niño, que la historia era cierta, aunque posteriormente le hicieron un transplante de médula como ‘prevención’. Por eso estaba aprendiendo Reiki”.

No todas las personas experimentan mejorías tan espectaculares, pero la mayoría nota mejoría en su salud incluso sin padecer a priori ningún mal. Así le ocurrió a Mariví Sanz Fernández cuando una amiga suya maestra de Reiki se ofreció a hacerle unas sesiones: ”En la primera sesión tuve una leve experiencia extracorpórea y sentí hormigueo general y calor por muchísimas zonas del cuerpo. Al terminar tuve una sensación maravillosa de paz y bienestar. Al poco tiempo de esta experiencia me inicié en Reiki y ya he hecho los dos primeros niveles. Desde entonces me tomo la vida con otra filosofía. Me siento más optimista y alegre y acepto los problemas de otra forma. Mi mejor experiencia ha sido con una persona que tenía una depresión profunda que necesitaba unas sesiones con urgencia. Aunque no me sentía preparada del todo para resolver el problema, los resultados me alentaron enormemente porque al tercer día esta persona empezó a recuperarse”.

¿Una moda pasajera? Actualmente no es infrecuente encontrar anuncios sobre consultas de Reiki en clínicas de estética o centros de belleza. En este tipo de centros el Reiki se promociona como un método de imposición de manos para combatir el “estrés”, la ansiedad, el insomnio o la depresión. Aunque sea por esta vía es interesante que el Reiki se divulgue cada vez más porque según opinan algunos maestros como Beatriz Gato “es un pena que la ignorancia sobre el Reiki alcance a más del 95% de la población”.

Se trata de un elevado porcentaje, no cabe duda, pero parece que cada vez son más las personas que se inician en Reiki y las que buscan alivio a sus dolencias mediante el mismo. Reyes Anaut, por ejemplo, ha estudiado los tres primeros niveles y no lo practica de forma profesional pero se siente muy satisfecha ayudando a la gente que lo necesita: “Practico Reiki de forma voluntaria y gratuita en una asociación. Estamos dando los pasos para empezar a trabajar en hospitales, aunque hay que hacerlo con cautela porque los familiares de los enfermos suelen mostrarse recelosos. Creo que es muy importante divulgar el valor del Reiki. Tal vez no sea una panacea pero he comprobado que es muy valioso, sobre todo para los postoperatorios graves. Hemos obtenido excelentes resultados en sesiones de grupo con enfermos tratados con quimioterapia: no se les cae el pelo ni sufren las secuelas habituales que deja un tratamiento tan agresivo, y además la recuperación es mucho más rápida. He visto casos de recuperación total en seis meses. Los casos de depresión profunda suelen ser también muy espectaculares, pero hace falta una terapia continuada de al menos varios meses para que los efectos sean notorios. En cualquier caso creo que es un magnífico tratamiento preventivo. Yo tomaba un somnífero para dormir en una época en que estaba bastante angustiada y padecía insomnio y cuando ya estaba haciendo el segundo nivel empecé a aplicarme Reiki a mí misma para ver si me funcionaba. A los cinco días dejé de tomar somníferos y no los he vuelto a tomar. Esto ha sido muy importante para mí”.

Beatriz Gato también nos ofrece su testimonio personal: “El Reiki ha mejorado muchísimo mi calidad de vida. Tenía varias dolencias crónicas que habían sido imposibles de curar con la medicina normal como una alergia a los ácaros que me creaba graves problemas en la vida cotidiana y especialmente en los viajes. Las sesiones que me hizo un maestro me ayudaron tanto que me animé a aprender Reiki yo misma”.

Los buenos resultados obtenidos desde el principio pronto convencen a los estudiantes de la eficacia del método, aunque al principio no se lo quieran creer. Amalia Ramírez se mostraba escéptica con los resultados tan buenos en sus comienzos hasta que hizo una sesión a un bebé: “Obtuve una reacción asombrosa, ya que la criatura se curó de una oclusión intestinal que no había podido resolverse con ningún otro método. Llevaba cuatro días llorando y cuando le hice la sesión de Reiki se ‘destaponó’. No podía recurrir a la excusa de la sugestión y después de esta experiencia, hice todos los niveles de Reiki, incluida la maestría en el Reiki tradicional japonés, aunque antes me había iniciado en Reiki occidental. Desde mi punto de vista tiene más fuerza el sistema tradicional japonés. Cuando recibí la iniciación de maestría, esa misma noche soñé que de las palmas de mis manos manaban pequeñas gemas de todos los colores como si siguieran la corriente de un río”.

El linaje y los símbolos
Tal vez si se conocieran más casos como los citados probablemente habría muchas más personas que lo recomendarían como una vía alternativa de curación y prevención de la enfermedad o que se iniciarían en Reiki, ya que tampoco se precisan requisitos especiales excepto, quizá, una pequeña inversión monetaria. Sobre esto último hay bastante confusión debido a la diversidad de escuelas y sistemas existentes (ver recuadro) ya que algunas cobran cantidades astronómicas por otorgar el grado de maestría.

¿Acaso las escuelas más caras son más eficaces? ¿Si la energía que se transmite en Reiki es universal y, por tanto, gratuita, por qué algunas escuelas cobran tan cara la maestría?

Esta pregunta se oyó con insistencia en el congreso de Reiki celebrado el pasado mes de noviembre del 2001 en Madrid, al que asistieron varios maestros de reconocido prestigio y linaje, y a la cual nos ha respondido Amalia Ramírez: “El tema del dinero es un asunto a considerar. Hay escuelas que cobran una barbaridad. Dicen que para obtener la maestría hay que comprometerse y valorarlo, y eso se hace mediante un pago a veces descomunal. Yo no participo de esa idea. Creo que las iniciaciones se tienen que cobrar de algún modo porque así se establece un compromiso por ambas partes. Así nadie debe nada a nadie, es decir, cada uno sale libre tras vivir la experiencia sin la sensación de que está en deuda con su maestro. Esto tiene aún más peso cuando se trata de la maestría, puesto que exige mayor responsabilidad o al menos una intención más profunda acerca del sendero elegido. Pero también creo que cobrar 10.000 dólares, como pasa en alguna de estas escuelas, incluso las 500.000 pesetas que reclaman otras, es excesivo. Está bien que la maestría se cobre a un precio mayor -que a veces puede no ser en dinero, sino en algún otro intercambio de valor-, pero sin pasarse. Conviene además tener en cuenta, cuando uno recibe las iniciaciones de Reiki desde el principio, lo que decía Mikao Usui: el Reiki no es un sistema de curación, sino un camino hacia la iluminación que implica un compromiso con uno mismo, y la curación es una consecuencia inevitable cuando se emprende ese sendero. En cuanto al linaje, es conveniente considerar el hecho de que Mikao Usui en realidad era budista (no un sacerdote católico como cuenta la versión occidental), y su formación tenía las bases del budismo donde el linaje es de suma importancia porque respalda y añade poder a cuanto el iniciado aprende y realiza. Parece ser, no obstante, que cuando Usui descubrió Reiki, al ser el primero no había un linaje tras él respaldándole (esto es así según el Gakkai, la sociedad fundada por Usui en Japón). Y puesto que él era un pionero, y más aún un iluminado, no necesitaba un linaje para la transmisión de sus enseñanzas. Eso no implica que el hecho de que los linajes que surgieron de él no tengan importancia. Yo creo que la tienen y mucha. La técnica por sí misma es importante, y el linaje imprime su propia energía a la técnica. Parece evidente que cuanto más puro y más cercano a la fuente sea el linaje mejor será para el practicante y también para el paciente que reciba el tratamiento”.

Si el linaje ya es un elemento discutible entre las diferentes escuelas del Reiki también podría hacerse alguna observación respecto a los símbolos especiales que se utilizan para conducir la energía correctamente y que diferencian al Reiki de otros métodos curativos mediante imposición de manos.

Estos símbolos se han considerado secretos hasta hace muy poco tiempo, cuando algunos maestros decidieron hacerlos públicos y presentarlos en revistas y libros dedicados al tema por considerar que ha llegado el momento de que todo el mundo se beneficie de este conocimiento oculto.

En la actualidad y pese a que existen en diversos países organizaciones oficiales de Reiki, muchos maestros se atienen a la regla del fundador, quien consideró que lo único necesario para transmitir la enseñanza y los símbolos es haber recibido la iniciación de la maestría de un maestro de Reiki.

El Reiki basa su estructura en los símbolos que utiliza y que corresponden a arquetipos cósmicos mediante los cuales la energía incide de un determinado modo, aumentando la fuerza rei o la fuerza ki, es decir, la fuerza celeste o la fuerza telúrica. Hay maestros que incorporan los símbolos que ellos han canalizado sin que los mismos formen parte de la enseñaza Reiki. En este sentido la experiencia de Manuel Álvarez puede servirnos para romper ciertos esquemas: “Mi experiencia con el Reiki ha sido muy interesante. Además de los signos convencionales del Reiki que aprendí en los primeros cursos, ahora estoy utilizando otros descubiertos por mí a través de rituales chamánicos en los que entré en una especie de trance y visualicé esos símbolos (nuevos). Los utilizo desde hace unos dos años y he apreciado unos efectos muy peculiares. En una ocasión los apliqué a dos personas. Una de ellas aquella noche tuvo una conexión telepática con un compañero que estaba en Málaga y que lo confirmó a la mañana siguiente. La otra tuvo experiencias muy intensas relacionadas con el estrés que padecía. Con estos símbolos tengo una mejor conexión con la problemática del paciente hasta el punto de que algunas veces visualizo la somatización original del problema”.

Aunque no pueda decirse que con el Reiki “cada maestrillo tiene su librillo”, siempre habrá personas que sin llegar a alcanzar el grado de maestro y sin pagar las elevadas cantidades exigidas por algunas escuelas no sólo aprendan a canalizar la energía y a sanar, sino que también amplíen o perfeccionen por su cuenta el sistema de símbolos y sobre todo su evolución personal. El maestro Hiroshi Doi, presidente de la Gendai Reiki Healing Association, por ejemplo, trabajaba de joven en una empresa de marketing y era una persona tensa e irritable: “Cuando me inicié en Reiki todo empezó a cambiar para mí. Me di cuenta enseguida de su potencial curativo. Me cambió muchísimo el carácter. La gente que me conoce ahora no se cree que antes fuera una persona malhumorada y agresiva”. Efectivamente, la paz y silente sabiduría que emana este maestro así lo atestiguan. Por su parte, el monje zen y maestro de Reiki Hyakutem Inamoto nos cuenta que el Reiki le ha ayudado mucho a entender el budismo: “Es una hermosa herramienta para elevar nuestra espiritualidad y además es fácil de utilizar”.

Publicado en Más Allá, nº 159, mayo 2002, páginas 74-78.
© Isabela Herranz

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